Por: Jesús Silva R.
Los problemas
de salud que ha padecido el presidente Hugo Chávez desde 2011 han estado
siempre presentes en la temática política venezolana e internacional, no por
voluntad del paciente, sino por el sadismo de la dirigencia
contrarrevolucionaria nacional y extranjera que ha especulado con tan delicado
tema como parte de su estrategia mediática e intimidatoria contra nuestro
pueblo.
Chávez ha
anunciado que se someterá a una nueva intervención quirúrgica debido a la
verificada reaparición de células cancerígenas en su cuerpo. De inmediato los
sectores más atrasados y brutales del antichavismo cantan victoria y vuelven a
matar a Chávez antes de muerto. Así consta en las redes sociales y otros
medios, una celebración fascista se ha desatado de parte de un segmento de la
población intoxicada por esa campaña mediática asquerosa que durante casi dos
años ha estado asesinando a Chávez.
Se sabe que
toda operación en quirófano encierra un riesgo de muerte, más aun tratándose de
pacientes de esa terrible enfermedad del cáncer. Como hijo de un revolucionario
que murió siendo víctima de ese mal, puedo dar testimonio del proceso
traumático que implica enfrentar el deterioro físico progresivo de un paciente
de este tipo.
Sin embargo
como acontece con todos los enfermos, hay siempre dos posibilidades
(escenarios): el agravamiento o la mejoría. La muerte o la sanación. De modo
que nada de lo dicho hasta ahora por la propaganda perversa del antichavismo
salvaje tiene veracidad para eliminar la probabilidad que se concrete el escenario
deseado por la mayoría de los venezolanos, es decir, la recuperación física de
Chávez.
Nunca fueron,
son ni serán precisos ni veraces, los supuestos informes médicos que la derecha
fascista hace circular públicamente respecto a la inminente muerte de Chávez,
pues en tal caso jamás habría existido presidente reelecto el pasado 7 de
octubre. A medida que el tiempo ha demostrado las mentiras del oposicionismo,
su dirigencia ha ido corriendo la arruga en espera de que la salud de este
personaje histórico sufra otro tropiezo y así decirle al país que aunque se han
equivocado varias veces en la fecha, la muerte está a punto de llegar, ahora
sí.
Chávez ha
actuado valiente responsablemente porque asume los dos escenarios ante toda
Venezuela y el mundo, tanto frente a la mayoría que recientemente lo eligió
para gobernar por seis años más, como para la minoría que prefirió apoyar otras
opciones. Ha dicho que va a Cuba para atender su padecimiento y, repito, ha
asumido los dos escenarios posibles, el primero es el de su feliz retorno a la
patria luego de superado el cáncer; el segundo ya lo sabemos, en ese caso el
llamado es aferrarse a la unidad popular revolucionaria y el proyecto
bolivariano aun sin su presencia física y ello incluye elegir democráticamente
a Nicolás Maduro como el sucesor presidencial de Chávez.
Lo
recomendable es no caer en pánico ni desconsuelo ante la difícil situación que
atraviesa el presidente y el pueblo que lo ama. No cabe duda que se trata de un
trance doloroso para quienes apreciamos lo mucho que este extraordinario ser
humano ha hecho por el bienestar, la dignidad y el desarrollo de Venezuela y la
América Latina, pero la situación nos exige mantener templanza, coraje y
pensamiento claro para encarar los nuevos escenarios que pudieran presentarse
durante las próximas semanas y meses.
Todo el que
predice la muerte de un enfermo, tiene posibilidad de acierto, ello resulta
demasiado obvio. No obstante lo que denunciamos es el carácter repulsivo de
jugar a las adivinanzas y a la fabricación de matrices mediáticas mortuorias
con fines políticos. Quienes esperan ansiosos asaltar el poder para emprender
persecución criminal contra el pueblo chavista y nuevamente saquear el
patrimonio de la nación, fracasarán en su enfermiza obsesión.
Quienes
incurren en la bajeza de invocar la muerte del adversario político, jamás verán
triunfar su infeliz proyecto basado en odio y discriminación. Dirigentes que
festejan la desgracia y la muerte de su contrincante son peligrosos discípulos
de Hitler que no deberían nunca llegar a gobernar, salvo que estemos dispuestos
a una guerra civil o a un incalculable derramamiento de sangre.
La verdad es
que Venezuela tiene pueblo consciente, vanguardia política, fuerza armada
patriótica y aliados internacionales. La Revolución Bolivariana no se
derrumbará como castillo de naipes tal como lo anhela la burguesía fascistoide
y el imperialismo yanqui. Hay elementos suficientes objetivos y subjetivos para
que la Patria supere exitosamente este episodio y mantener vivo el proceso
político vigente. De los revolucionarios depende defender lo conquistado.
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