se hace camino al andar

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04 junio, 2013

En la praxis, Colombia ya está en la OTAN


Jesús Silva R.

Una fórmula diplomática de paz quedó formalizada en el Pacto de Santa Marta del año 2010, mediante el cual Venezuela socialista y Colombia capitalista se comprometieron a respetarse políticamente y ayudarse en materia económica para el bien de sus pueblos. Aunque los enemigos de la paz conspiren contra este pacto, no cabe duda de que se trata de un ejemplo a seguir en cuanto a la armonía internacional en el siglo XXI, especialmente entre naciones cercanas con políticas opuestas. Venezuela estará siempre comprometida con el ideal pacifista.

La verdad es que ningún país puede imponerle a otro un proceso de cambio radical, pues son precisamente las desigualdades sociales en cada región las que sirven como causante para que los pueblos desarrollen sus propias experiencias de rebelión con adicional inspiración histórica. Esta enseñanza revolucionaria mantiene plena vigencia, se llama coexistencia pacífica y forma parte sustantiva del legado chavista. De allí que las relaciones de Venezuela con la vecina Colombia estén basadas en la no intromisión en temas internos de cada Estado.

Las relaciones de Venezuela con Colombia tienen inmenso impacto en la política interna de los venezolanos, porque cada vez que se produjeron episodios de conflicto en estas naciones vecinas, el chavismo sufrió perjuicios políticos y electorales. Los años 2007 y 2010 son claros ejemplos del “Efecto Bogotá”, pues sobrevinieron derrotas en la reforma constitucional y baja votación a la Asamblea Nacional, respectivamente.

En ambas ocasiones estuvimos perturbados por un escenario de preguerra con Colombia, que restó entusiasmo al electorado chavista por temores de un conflicto armado binacional y un significativo nivel de desencanto hacia el Gobierno Nacional, por lo que fue considerada una política exterior belicosa de parte de Caracas.

Hoy el hecho se repite, a los varios focos de conflicto que se han generado para crear ingobernabilidad contra Maduro y derrocarlo (acaparamiento, inflación, polarización, devaluación, AH1N1, entre otros) se suma un acto de provocación evidente de parte de la oligarquía colombiana, como lo es que el presidente Juan Manuel Santos le brinde recibimiento público al ex candidato presidencial Henrique Capriles Radonski, con ocasión a la agenda subversiva de este último.

De acuerdo a esa agenda propagandística de Capriles el único funcionario legítimo en Venezuela es él mismo, no cree en el CNE, ni en el TSJ, ni en la Asamblea Nacional, ni en el Consejo Legislativo de Miranda, ni reconoce al Presidente Nicolás Maduro. De modo que a todas luces, cuando Santos le facilita visibilidad internacional a Capriles en estas circunstancias, comete un acto inamistoso contra Venezuela y viola el Pacto de Santa Marta (coexistencia pacífica de los dos Estados, por encima de sus modelos antagónicos, y la promesa de no intromisión en los asuntos internos de cada país).

Para la diplomacia internacional (la política ejercida entre los países) atender a Capriles en Bogotá es como atender a Timochenko (jefe de las Farc-Ep) en Caracas. Saben los estudiantes de pregrado en Derecho así como cursantes en Estudios Políticos e Internacionalistas, que a la luz del Derecho Internacional Público, que Capriles es un gobernador de una entidad regional que posee legitimidad de origen por ser autoridad electa por el pueblo y, en consecuencia, es un sujeto legal del Derecho Interno venezolano. Mientras que Timochenko encabeza una fuerza subversiva sin reconocimiento de su país ni internacional como fuerza beligerante, que además EEUU y la Unión Europea califican como estructura vinculada al narcotráfico y al terrorismo.

Ahora bien, confundir política y Derecho en este caso sería inadmisible para los observadores avezados, aunque los medios de la derecha internacional se escudarán en ese argumento para presentar a Maduro como el autobusero neófito, un disparatado bravucón que padece el sarampión de izquierda, un ignorante hombre de Neardental sin nociones mínimas en el contexto de las relaciones internacionales, y a Santos como un culto demócrata que con moderación, prudencia y modernismo le dispensó una cordial y bienintencionada recepción al gobernador de Miranda.

Demás está decir que este tipo de malintencionadas falsificaciones no son nuevas, de hecho, han tenido larga data y pegada mediática en los medios de comunicación del mundo para desprestigiar a quienes no se subordinan a EEUU. Inclusive revolucionarios mordidos por el gusanillo del miedo, se pliegan a esas matrices con total premeditación y alevosía.

Tanto funciona esa perversa maniobra mediática que cuando Santos (entonces ministro del presidente Uribe) bombardeó territorio ecuatoriano, para la prensa internacional los violentos no fueron Uribe ni Santos, sino los presidentes que protestaron acaloradamente por ese hecho criminal: Correa, Chávez, Evo, Ortega, entre otros. Quedaron estos últimos una vez más como izquierdistas radicales adictos a la violencia y al belicismo.

A falta de acuerdo diplomático (omisión del Pacto de Santa Marta), seguramente deberá apelarse a los principios generales de soberanía, Colombia podrá recibir a quien quiera, incluyendo venezolanos que se alcen contra los poderes constituidos del Estado venezolano; y Venezuela no tendrá impedimento de hacer lo propio con los actores de la realidad colombiana (legales o ilegales), además de reconfigurar sus relaciones económicas para que un gobierno hostil como el de Santos no se siga llenando los bolsillos a expensas de la economía venezolana.

Seguramente podemos importar productos de otros países (Mercosur) que demuestren mayor compromiso con el respeto hacia nuestra soberanía e independencia. No cabe duda que Maduro ha hecho lo correcto al emitir severas advertencias a Santos, pues todavía hay tiempo de recomponer las relaciones y retomar la senda de la no injerencia.

Un hipotético silencio del Presidente venezolano habría sido estimado como un gesto de debilidad política y alejamiento de los valores patrióticos que históricamente han identificado a la Venezuela digna que nos dejó Hugo Chávez. Ahora que Colombia solicita su formal ingreso a la Otan, todo indica que se distancia mucho más de Caracas y se abraza totalmente con Washington. Muy mal síntoma para la seguridad de la región latinoamericana, así deberá constar en términos de la política real que circula en los informes confidenciales de alto nivel gubernamental.

Tal ingreso revela el empeño yanqui de que Suramérica sea el manso traspatio gringo que fue antes de la aparición del legendario Chávez. Debemos asumir la realidad, el imperialismo conserva su interés colonialista de implantar la división entre nuestras naciones hermanas (propiciar una guerra que justifique su intervención y control de nuestro petróleo), además de ser bien conocida su pretensión de convertir a Colombia en el Israel de América Latina para tales fines. Colombia ya está en la Otan, así se desprende de nuestras investigaciones anteriores: http://www.aporrea.org/tiburon/a85045.html

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