se hace camino al andar

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27 junio, 2011

PERIODISTAS DE VENEZUELA


Por: Jesús Silva R.

Todo análisis integral de los medios de comunicación debe darse en el marco de una doctrina de la "Superestructura Social", esto es, tesis de la ideología y tesis de la comunicación. Los medios se conciben a sí mismos como un todo con vocación de dominio sobre la psicología de las masas, y convencidos de una supuesta legitimidad para “moldear la sociedad” su tarea se reduce a una proyección de simulacros y decretos mediáticos constitutivos de una realidad privatizada. 

Trátase de la pretensión burguesa de imponer criterios normativos que usurpan el espacio social natural. No obstante, hechos recientes del actual proceso histórico nacional desarticulan esta pretensión y nos llaman al análisis de la resistencia del receptor masivo, la población, frente a esta dinámica comunicativa invasiva. Entendiendo que las relaciones de producción (económica) son la génesis de todas las realidades humanas, la comunicación debe descubrirse desde el punto de vista cultural de clase y de los intereses de clase; en tal sentido es imperativo desenmascarar con mayor nitidez ante la masa la manipulación mediático-ideológica de las redes de difusión informativa. 

Del mismo modo que el Gobierno es la personificación jurídica del Estado, los medios de comunicación hoy día son la personificación política del Capital, también son Gobierno, pues su régimen somete a sus trabajadores, persuade audiencias y penetra diariamente a vastos sectores de la vida ciudadana. Es un "Estamento Plutocrático", una Dictadura de la Burguesía, cuya vigencia solo está legitimada por la Plusvalía y la Propiedad Privada, pero sin ninguna legitimidad popular. Los consumidores jamás hemos podido decidir qué contenidos deseamos que se difundan, todo nos ha sido impuesto y los medios, más que informar, tuercen los acontecimientos a su agenda de propaganda; de allí que frente a este fenómeno, los usuarios tienen un poder democrático para exigir el uso de los medios como servicio público, pero más allá de la novel estructura legal que los faculta para ello, aun no se tiene suficiente conciencia del ejercicio de este Derecho. De ahí la urgencia de intervención estatal, aunada a la preparación de una asociación eficaz de usuarios de los medios para revertir la indefensión de los ciudadanos.

En la clase media de la sociedad, abrumada por la esclavitud del salario, buena parte del pensamiento crítico está desterrado por la lógica pragmática de un saber funcional y la cretinización promovida por la pequeña pantalla transnacional. El saber humanístico autónomo es considerado por la pseudo-ciencia comunicacional de hoy, como un ocio intelectual. La filosofía es vetusta ante el mercado. Si bien, en tiempos recientes, el estudio de la comunicación está apuntando a posibilidades tecnológicas y democratizantes de los medios, estas exploraciones parten de la especificidad y omiten la dialéctica necesaria de una realidad sostenida sobre las relaciones de producción.

El academicismo comunicacional, tecnocrático y burgués, aísla los objetos, impidiendo visualizar el escenario cultural. Se supone a la cultura como comunicación, y a ésta como producción social global en su doble carácter abstracto-concreto. El mundo nuevo se ha transformado en una fotografía, pues todo lo que existe lo hace a partir de su representación. Lo mediático es el mostrador donde la existencia concurre con la apariencia, y se relativizan la ética y los deberes públicos. Los medios son un discurso, una realidad virtual con objetivo clasista, de allí se deriva un nuevo conocer de asuntos culturales, legales, estéticos y humanos, dentro de una nueva civilización. 

El andamiaje mediático bajo el arbitrio de los capitalistas, persiste en ser la fuerza interventora de los procesos sociales y psicológicos de nuestro tiempo; ante estas realidades, la revolución social permanece en deuda; sin embargo es posible romper la dominación mediática y estoy convencido de que precisamente porque el sistema predominante en el mundo actual, es la negación de la vida, algunos escogimos ser la negación de la negación, determinados irrevocablemente así, a ser (encarnar): la afirmación de la vida.

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