se hace camino al andar

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04 diciembre, 2011

DEL CONGRESO ANFICTIÓNICO A LA CUMBRE DE LA CELAC


Por: Jesús Silva R. 

Con el compromiso de hacer realidad la unión latinoamericana y caribeña que procuraron nuestros héroes independentistas, nace la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) como nuevo escenario alternativo para solventar los temas de la región con más riquezas naturales en el mundo y derrotar la peor crisis capitalista de la historia.

No es por casualidad, sino por madurez histórica, que nuestro subcontinente tiene hoy pueblos y gobiernos que expresan valientemente su voluntad de superar el viejo sistema interamericano frente a élites conservadoras que se abstienen de emprender cualquier iniciativa contrapuesta al régimen de la OEA. Por tal motivo, institucionalizar la CELAC y consolidarla como instancia libre del neocolonialismo estadounidense son objetivos estratégicos de supervivencia y bienestar que requerirán la acción de una mayoría categórica de naciones que implante la nueva Comunidad de Estados con jerarquía plena.

El logro de los objetivos trazados dependerá, en buena parte, de diseñar una estructura jurídico política que le otorgue a la CELAC las facultades vinculantes de una organización de Derecho Internacional propiamente dicha; ya que así podrá materializarse un nuevo sistema de normas que sustituya a la anacrónica Organización de Estados Americanos (OEA) donde la presencia de Canadá y el injerencista Estados Unidos contradice los reales intereses latinoamericanistas.

Todo indica el inmenso desafío que encara el bloque regional de naciones progresistas para lograr, ahora en el siglo XXI, los propósitos unitarios del Congreso Anfictiónico de Panamá (1824) protagonizado por Simón Bolívar; pues tal como aconteció en aquella época, el Imperialismo Yanqui y sus infames siervos locales siguen siendo los mayores enemigos a vencer.

Ya en la Carta de Jamaica (1815), El Libertador había anunciado este magno ideal:

"Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo en una sola nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; [...] ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración..."

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