se hace camino al andar

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25 junio, 2011

EDGAR MORIN Y EL PENSAMIENTO COMPLEJO

Por: Jesús Silva R.

Sobre Edgar Morin y la transdisciplinariedad en nuestra docencia universitaria...

En el proceso de enseñanza y aprendizaje de las ciencias sociales prevalece un criterio de transdisciplinariedad, tal como lo ha descrito el extraordinario filósofo francés Edgar Morin a través de su teoría del pensamiento complejo. 

Desde esta óptica se explica que las disciplinas se nutren las unas de las otras por cuanto en la realidad de la sociedad (más aun en la mundialización del siglo XXI) se requieren soluciones basadas en una mancomunidad de saberes tanto en la teoría como en la praxis; es así que materias como “Economía Política” o “Historia de las Doctrinas Económicas” que versan esencialmente sobre el devenir de las relaciones y modos de producción en diferentes etapas de la humanidad, participan de modo sustantivo otras ciencias como la Historia, la Politología, la Sociología y el Derecho, que a su vez deben ser del conocimiento transdisciplinario de científicos sociales como abogados, internacionalistas, politólogos, sociólogos, entre muchos otros.

Es notorio que el principio de la transdisciplinariedad predomina internacionalmente en la educación universitaria (y en el ejercicio profesional), haciendo posible la convergencia de talentos especializados en múltiples áreas, quienes imparten dignamente la docencia en materias afines sobre la base de una universalidad de conocimientos que enriquece la educación de los estudiantes; lo cual demuestra que en las ciencias sociales no hay carreras enteramente divorciadas las unas de las otras o “bien diferenciadas”, cuya docencia sea del dominio privado de profesionales de una rama.

Por ejemplo, tratándose de los economistas, sólo las asignaturas referidas al estricto cálculo matemático (Finanzas, Estadística y Contabilidad) son propias de la escuela de Economía, sin embargo estas han sido pacíficamente dictadas por contadores públicos y administradores de empresas. Tal realidad académica nos ratifica la ilogicidad de que un amplio elenco de materias se someta al monopolio docente de los expertos de una sola disciplina cuando ya se ha demostrado que tales se subsumen en el explicado criterio de transdisciplinariedad de las ciencias sociales.

De hecho, en el supuesto negado de que se admitiera tal razonamiento sectario y éste le fuera aplicado a todos por igual, el resultado sería que ningún profesional podría ser docente en una Escuela cuya especie sea distinta a la que le otorgó su licenciatura. Entonces, lejos de lograrse la integración y universalidad en el acceso, generación e intercambio de saberes; las universidades y academias se convertirían más bien en un archipiélago de facultades y escuelas que funcionarían como islotes totalmente aislados entre sí en detrimento de la ciencia educativa.

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