Por: Jesús Silva R.
Luego de los golpes de Estado de 2002, el liderazgo revolucionario ha confrontado innumerables ataques del oposicionismo contra la aprobación de leyes, presupuestos, designación de autoridades, política exterior, distribución de la renta y demás planes sociales, lo cual trajo como consecuencia un país político dividido en dos polos: el socialista y el antisocialista.
Resultados electorales irracionalmente desconocidos por los contrarrevolucionarios, su retiro del evento parlamentario en 2005 y la difamatoria campaña mediática contra las instituciones del Estado, menoscabaron la posibilidad de diálogo democrático en aras de una utópica cohabitación. Obviamente cuando un proyecto revoluciona la cultura social, desplaza el paradigma de la sumisión ciudadana por autoestima y conciencia popular, convierte a la propiedad social en eje de la economía y al poder comunal en herramienta vital de la democracia directa y participativa, bienvenidas sean todas nuestras irreconciliables contradicciones actualmente visibilizadas contra la clase explotadora.
Ahora que la alianza de partidos burgueses obtuvo 65 representantes que amenazan con paralizar la Asamblea Nacional si los socialistas no se abren a la conciliación, importante es denunciar el oportunismo de esa minoría que arremete contra la democracia que les permite ser diputados. Por ello, la estrategia política correcta es robustecer nuestras fuerzas revolucionarias avanzando al socialismo, sin fantasías sobre acuerdos con la dirigencia antisocialista o la desaparición de sus ambiciones golpistas.
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