Jesús Silva R.
Como revolucionario, escribo con un nudo en la garganta minutos después de enterarme de esta noticia pero me aferro a la satisfacción de que podré decirle a mis nietos que viví en tiempos de este inmenso héroe triunfante que hizo tanto por la humanidad.
En televisión Fidel dijo una vez: la prensa dice que ya me morí como si para mi morirme fuera una mala noticia (se acercaba a cumplir 90 años de vida victoriosa).
Hablar de Fidel Alejandro Castro Ruz es mucho más que hablar del jefe de una nación, una leyenda bíblica o una celebridad mundial. Es referirnos al padre de una de obra vigente, de las más fascinantes en la historia de la humanidad: La Revolución Cubana. Su consigna “Condenadme, no importa, la Historia me absolverá” es el prólogo de una carrera mítica y la Cuba Soberana. Aquel enero de 1959, el mundo presenciaría con asombro la entrada del Comandante y sus barbudos a La Habana. La cinemateca registra que mientras Fidel se dirigía al pueblo desde la tribuna, una paloma blanca se posó en su hombro. La escena era mágica. A solo noventa millas del Goliat del norte, la mayor de las Antillas se convertiría en epicentro del movimiento revolucionario global.
Hablar de Fidel, es maravillarse con proezas que estremecieron al mundo, insertas en la vida de un mismo protagonista. La victoria militar contra la invasión en Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles nucleares soviéticos en Cuba que arrinconaron a EE.UU., su significativo respaldo a los proyectos revolucionarios en Bolivia, Venezuela, Chile, Nicaragua, el Salvador, Panamá y Granada consolidaron su prestigio político como el mayor representante del tercer mundo. Su heroica campaña militar en Congo, Angola, Zimbabwe y Namibia, lo subió al altar de Libertador africano. Sobre la histórica batalla en que tropas cubanas aplastaron a fuerzas racistas surafricanas, Nelson Mandela expresó: “Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid”.
Cuando en tiempos de dominación imperialista sobre todo un continente, una pequeña isla caribeña se rebela contra el yugo, es un hecho sorprendente. Cuando a pesar de seis décadas de bloqueo económico asfixiante, esa isla es capaz de resistir en solitario y proseguir la construcción de una sociedad modelo, es un suceso admirable. Pero cuando ese mismo pueblo que enfrenta la agresión constante de la gran Superpotencia, no solo construye el Socialismo sino que a su vez se constituye en pionera del internacionalismo revolucionario, estamos en presencia de un acto heroico sin paralelo.
Voluntariamente nuestro comandante Fidel se retiró de la jefatura de su país, después de vencer cientos de magnicidios de la CIA y ataques de una docena de presidentes estadounidenses que juraron derrocarlo. Le ofrenda a la humanidad conquistas sociales extraordinarias en educación, salud, cultura, deporte, entre otras mundialmente reconocidas a la Revolución. Al igual que una política de solidaridad y labor humanitaria ejemplares para las demás naciones por sus médicos y maestros.
Ahora en una América en plena efervescencia revolucionaria con inmensas perspectivas de emancipación y un tercer mundo que procura unificarse, el legado fidelista es ya imperecedero. La noche de un 26 de noviembre de 2016, fallece a los 90 años de edad, absuelto por la historia. En el mundo, por siempre será recordado como: el más grande antiimperialista de todos los tiempos.
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