Jesús Silva
R.
Cuando un
revolucionario sienta que debe ser conservador o demasiado prudente, tema
emprender cambios profundos, padezca el síndrome de "no podemos", sea
mordido por el gusanillo del miedo, o dude ante el coqueteo de la burguesía;
debe inspirarse en la vida invicta y admirable de Hugo Chávez porque Venezuela
hoy no sería libre si él no hubiera sido el héroe firme y valiente que siempre
fue.
Si hubiera
sido como otros: no habría salido de su amada Sabaneta para hacer realidad los
sueños de su niñez porque Caracas suponía más riesgos; ni entrado a la Academia
Militar ni organizado un grupo de oficiales bolivarianos para restituir la
soberanía nacional porque los gobiernos fascistas y represivos del Puntofijismo
podían meterlo preso o simplemente desaparecerlo.
No se habría
jugado la vida en las épicas rebeliones de 1992, que conquistaron los corazones
de millones de venezolanos esperanzados en salir del neoliberalismo y la
corrupción atroz, porque era difícil un triunfo militar en Miraflores y morir
fusilado era lo más probable.
Tampoco
habría organizado un partido revolucionario (el primero de carácter triunfante
en nuestra historia republicana) ni luchado por la Presidencia de Venezuela
porque parecía un disparate desafiar a la derecha que ya había aplastado a
todos los candidatos del antisistema en elecciones “libres y democráticas”.
Además, según los consejos de la vieja izquierda domesticada, lucía conveniente
postergar la revolución y “acumular fuerzas” siendo diputado al Congreso.
Si Chávez no hubiera sido Chávez, menos aún
habría promovido una Constitución Bolivariana, leyes habilitantes con sentido
anticapitalista, ni rescatado Pdvsa ni la FANB, ni creado misiones, ni
Socialismo del siglo XXI ni Poder Popular, ni unidad latinoamericana.
Otro, ante el
golpe y el sabotaje petrolero de 2002, se habría entregado a la burguesía y al
imperialismo pues casi todos los presidentes que se han alzado contra esos
poderes fácticos han sido derrocados.
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