Por:
Jesús Silva R.
No se trata de la revolución de los derechos civiles que en su
tiempo lideró aquel insigne reverendo protestante, Martin Luther King Jr.
Tampoco es un acto de solidaridad en favor del reconocimiento a la comunidad
sexodiversa, como en época del combativo parlamentario estadounidense Harvey
Milk. En realidad la propuesta Barack Obama respecto a la legalización del
matrimonio entre personas del mismo sexo, obedece a un frío cálculo electoral
para la conquista de su reelección como Presidente de los Estados Unidos de
América.
Nótese que en ese país, la inmensa mayoría de votantes ya tienen
decidido el nombre del candidato al que le concederán su voto en las elecciones
presidenciales previstas para este año, y en tal contexto los sondeos de
opinión le conceden prácticamente con unanimidad una prudente pero
significativa ventaja al abanderado del Partido Republicano, el ex gobernador
de Massachussets, Mitt Romney.
Se sabe que la fortaleza publicitaria de Romney reside en su
prestigio como dirigente político con ideas progresistas, y en efecto el estado
que gobernó posee un historial de ideas de avanzada en comparación con el resto
de la sociedad de EE.UU., como por ejemplo, el apoyo a la legalización del
aborto. Entonces, la recomendada táctica electoral para Obama ha sido
precisamente igualarse a Romney en materia de progresismo y liberalismo ante
los ojos del pueblo estadounidense y con ello capturar votos decisivos dentro
de la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgéneros,
intersexuales e intergéneros) que vive en la gigantesca nación norteamericana.
Sépase que en su historial como senador, el conservador Obama
siempre le dio la espalda a las propuestas de reforma legal encaminadas a
eliminar prejuicios y restricciones contra los derechos civiles y políticos de
los ciudadanos. Del mismo modo, incumplió su promesa electoral de cerrar la Base Naval de Guantánamo
(grotesco epicentro de torturas y prisioneros sin fórmula de juicio ni debido
proceso), por ello su insincero ofrecimiento de instaurar el matrimonio gay y
la familia homoparental en Estados Unidos, luce como un nuevo fraude electoral,
del cual podrá librarse (como en anteriores ocasiones, verbigracia el caso de
su reforma sanitaria) con la excusa de que el Congreso bloquea constitucionalmente
sus iniciativas de ley.
En resumidas cuentas, en EEUU hay millones de personas a favor y
en contra de la legalización de esta modalidad de unión conyugal, sin embargo
este tema no tiene efectos polarizantes en la mayoría los electores, ya que
muchos de los que simpatizan con Obama no dejarán de votar por él a pesar de
que no coincidan con su idea de reforma matrimonial. De modo que en lo que
respecta al marketing electoral, con esta propuesta el habilidoso aspirante a
la reelección no tiene nada que perder y si algo que ganar, vale decir, el
apoyo abrumador de esa comunidad que pudiera otorgarle el porcentaje de votos
que se necesita para ganar las próximas elecciones.
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