se hace camino al andar

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07 julio, 2011

POLÍTICA CIENTÍFICA PARA IMPEDIR UNA GUERRA CIVIL EN VENEZUELA


Por: Jesús Silva R.


La política científica como instrumento para impedir una guerra civil en Venezuela


Sobre el fascismo de derecha

Existe una conducta fascista cuando el individuo pretende imponer sus ideas personales o grupales por cualquier vía, incluso el desprecio o la violación de los derechos humanos de las personas que piensan distinto. En este marco se aprecian el pensamiento facista y la acción fascista, pues hay quienes en uso indebido de las ventajas de la revolución tecnológica comunicacional, difunden masivamente ideas de odio y crueldad como por ejemplo celebraciones en Twitter ante la penosa enfermedad actualmente padecida por el Presidente Hugo Chávez.  

No me cabe la menor duda que muchos de esos escritores de twitter, que han expresado que la enfermedad de Chávez es un acto de "merecida justicia divina", han perdido desde hace tiempo la más mínima noción de convivencia humana, respeto o tolerancia hacia quienes legítimamente opinamos distinto. He allí la peligrosidad de la ideología fascista, capaz de festejar (y en una etapa agravada, propiciar) contra el adversario, la muerte, la lesión, la enfermedad, el agravio, el infortunio o cualquier suerte de calamidad, con el pretexto de una confrontación política (mañana puede ser también racial, religiosa, social o de género).

Simplemente, el fascista es un individuo al que gradualmente se le ha ido separando de su elemental conciencia como ser social que requiere de la convivencia en la diversidad; ya que precisamente el adoctrinamiento y la propaganda sistemáticos le han convencido de que vive bajo la amenaza de un enemigo violento y alevoso (que en realidad no existe), razón por la cual es fundamental matenerse alerta y preparado para defenderse contra la inminente agresión; y mucho mejor si se ataca primero (justificación de la agresión preventiva). 

Tristemente el adoctrinamiento fascista ha sido irradiado sobre nuestra población, especialmente la clase media de la cual forma parte quien suscribe, desde los influyentes medios de comunicación privados. Ellos, valiéndose de artilugios infinitamente diversos (imágenes, sonidos, narrativas sensacionalistas, guiones impactantes, etc), han fomentado el surgimiento de una Venezuela bipolar (divida en dos polos), ya no la clase patronal y la clase trabajadora, sino los chavistas y los antichavistas. 

La locura que contiene esa división se demuestra en su carácter meramente psicoemocional, ya que ser antichavista no implica pertenecer a una determinada clase social con intereses propios (por ejemplo los obreros o los campesinos, etc), sino que la televisión fascistoide y aspirante a designar a un nuevo Presidente de la República, le hace creer a un albañil (explotado) que sus intereses son iguales a los del empresario (explotador) de la construcción, sólo por el hecho de que ambos tienen antipatía hacia Hugo Chávez (el presunto culpable de todas las desgracias nacionales).  

Es evidente que semejante ficción le conviene a la clase empresarial explotadora, pues con el juego de "chavistas versus antichavistas" es posible invisibilizar las reales confrontaciones de la sociedad, y entre tales, la principal contradicción es: Capital versus Trabajo. Sin embargo, en el libreto que los predicadores del fascismo han aplicado a Venezuela, la conflictividad se limita a una especie de juego de beisbol, es decir, caraquistas contra magallaneros; evidentemente una división fantasiosa basada en antipatías desquiciadas y no en las reales desigualdades socioeconómicas que enferman a nuestra población. 


Sobre el fascismo de izquierda

Preocupante es también que exista un fascismo de izquierda, el cual pretende chantajearnos como promotores del diálogo nacional, pues confundiendo la lucha democrática (nuestro tiempo presente) con una guerra civil (indeseable posibilidad futura), se nos amenaza y se nos condena si nos atrevemos a cruzar palabra con factores oposicionistas. Increíblemente se nos pretende prohibir hasta sociabilizar desde la fría, impersonal, distante y antiséptica ubicación del Twitter; además de que no exagero al afirmar que se nos advierte que seremos degradados, crucificados, cuanto menos llevados al Xanedrin de los impíos del siglo XXI por la supuesta grave falta. Entonces estoy condenado porque ya alguna vez me retuiteó María Corina. 


Tres líneas de obligatoria reflexión

Ante la irracionalidad que invade a mucha gente (no toda) en los dos polos que se han instalado en Venezuela, necesario es advertir: 

1) A la oposición: Es necesario construir un país suficientemente ético y responsable para asumir que los gobiernos solamente se modifican a través de la fuerza de los votos, y ello hace moralmente inaceptable (e inclusive criminal) el deseo de que un Presidente contraiga una enfermedad fatal como mecanismo para abreviar su mandato. Si se instituye la muerte como salida válida para apartar a los adversarios, es seguro que estos empezarán a experimentar el mismo deseo criminal; entonces (cumplida la antesala del pensamiento fascista) rápidamente llegaremos a la fase de la acción fascista, lo cual se traduce en: desintegración de la sociedad, guerra civil y destrucción de la república.  

2) Al chavismo: Si admitimos que una demostración de "radicalismo revolucionario" es cortar cualquier comunicación con la "oposición fascista",  estaríamos incurriendo en un grave acto de incapacidad (inmadurez) política. Primero, por la errónea interpretación de la realidad (equívoca caracterización del escenario), ya que al imaginar que todo opositor es un fascista, estamos apreciando un panorama en "blanco y negro", ignorando los matices de las preferencias políticas y que si bien es cierto que se ha comprobado la existencia de más de cinco millones de electores opositores, en Venezuela no hay cinco millones de fascistas. 

Adicionalmente, tengo la convicción plena de que un escenario de irracional polarización (aquel de un país artificialmente divido por la mitad) donde no exista mínima comunicación entre los polos, es lo que más le conviene a quienes hoy en Venezuela apuestan por el estallido de una guerra civil. Desde ya advierto que sin diálogo, sin espacios de debate ciudadano, si mecanismos para crear entendimiento ni instrumentos para promover la tolerancia por encima de las discrepancias, es obvio que estaríamos cerrando el camino para la solución pacífica de los conflictos.  

En tal sentido, la historia inequívocamente ha demostrado que al cerrarse las vías pacíficas, se abren las vías violentas; de modo que no contribuiremos con las ambiciones de los falsos radicales ni seremos cómplices de una política incorrecta e irresponsable que nos conduzca al exterminio entre venezolanos. Si para criterio de algunos autoproclamados "radicales", la visión aquí descrita pareciera un reformismo, entonces abandónese el actual esquema electoral y regrésese al formato de las revoluciones violentas del siglo pasado; suspéndase la cohabitación y diálogo con Colombia (y demás gobiernos pro imperialistas) y reanúdense las anteriores hostilidades... Entonces veremos los resultados de esa "política" radical. 


3) Nuestro papel en la historia: No somos imparciales, nuestra tesis es explícita y frontal, quien suscribe desde siempre ha abrazado la causa de la sociedad sin clases y la liberación del trabajo frente al capital. Por ello condenamos categoricamente la falsedad de quienes señalan que la actuación reflexiva, dialéctica, concienzuda y divorciada de dogmas o actitudes frenéticas, implica de alguna manera una inconsistencia en nuestras convicciones sociales y de justicia.  

Consideramos que la madurez política implica saber distinguir entre los intereses y las posiciones. La debida subsunción de la realidad social en nuestra teoría marxista nos revela que vivimos la época de construir "nuevas mayorías", de allí que ejercitemos rigurosamente una política científica, basada en neuronas y no en hormonas; pues sólo el acierto garantizará la victoria. 

"Las personas se distinguen por sus capacidades y las capacidades por sus obras".


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