Autor: Jesús Silva R.
Reflexiones para la rebelión socialista. Todo asalariado es un explotado. Se cuenta que un carpintero neozelandés, de nombre Samuel Parnell, emitió por primera vez (1840) una sencilla pero significativa expresión para todos los trabajadores: “los hombres tienen ocho horas para trabajar, ocho horas para dormir y ocho horas que deben ser para su recreación y para ellos mismos”. Décadas más tarde, como resultado de largas luchas obreras por los derechos humanos y la épica campaña liderada por los Mártires de Chicago (1886) finalmente se conquistó la reducción de la jornada diaria laboral a ocho horas. No obstante, transcurrido más de un siglo de aquella gesta, la explotación del hombre por el hombre, esa que el patrono ejerce contra el obrero, no ha sufrido ningún otro amortiguamiento relevante; a pesar de los grandes avances científico-técnicos del capitalismo, que han hecho de la industria actual un aparato extraordinariamente sofisticado y automatizado que exige un mínimo de fuerza humana de trabajo.
Ciertamente hay que precisar que tales avances y la consiguiente abundancia de bienes y servicios solo se encuentra al alcance de una privilegiada clase social (burguesía), razón por la cual han resultado absolutamente inútiles para vencer las calamidades que carcomen desde siempre a la humanidad: hambruna, analfabetismo, insalubridad, desocupación, drogadicción, enajenación mental, guerras, etc. Indudablemente que para la inmensa mayoría de la población mundial (clase trabajadora), conformada por quienes tenemos como medio esencial para ganarnos la vida: vender nuestra fuerza de trabajo a cambio de un salario, el régimen social actual es tan miserable y desigual como en la época de la esclavitud, el feudalismo o cualquier otra.
Lo que ayer fue un trascendental hecho de reivindicación social, hoy es insuficiente para nuestra deseada calidad de vida. Véase que ocho horas para trabajar sumadas a ocho horas para dormir son más que dos tercios del día, son en efecto, dos tercios arrancados a nuestra totalidad de vida. Al considerar que la esperanza promedio de vida se ubica en 75 años, un eficiente ejercicio de cálculo sobre la tesis de Parnell nos revela que el hombre actual consume 50 años de su existencia entre la oficina y el dormitorio; y que en el mejor de los casos, cuando realmente protege sus 8 horas para la recreación, tan solo dispone de 25 años para “vivir su verdadera vida”; es decir, tiempo para sus expresiones propias y desarrollo personal, tiempo para sí mismo, la familia, el amor, el placer, la amistad, la convivencia social, el arte, la política y demás realizaciones humanas. En resumidas cuentas, si la vida humana es corta, la del humano proletario lo es todavía más.
Nosotros, trabajadores revolucionarios, herederos de esos anarquistas que en Chicago fueron llevados a la horca por los explotadores, estamos igualmente dispuestos a entrompar la violencia de la clase dominante antes que renunciar a nuestras ancestrales aspiraciones libertarias. Jamás conquistaremos la liberación de los explotados mediante remiendos a la jornada o el pírrico aumento salarial, o cualquier otra negociación hecha de rodillas ante el viejo modelo capitalista de relaciones entre amos propietarios de empresa y esclavos sometidos al salario. Por ello, luchamos por la implantación de un esquema económico revolucionario, basado en la propiedad social dirigido por productores asociados: el Socialismo científico.
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http://www.kaosenlared.net/noticia/ocho-horas-para-trabajar-ocho-para-dormir-ocho-para-vivir
http://www.aporrea.org/ideologia/a59720.html
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