Por: Jesús Silva R.
Las empresas (partidos
políticos) que integran la fracturada alianza opositora plantean que como sus
candidatos a las entidades regionales provienen de "elecciones
primarias", ellos merecen ser reconocidos como grandes demócratas por toda
Venezuela, sin embargo esconden algunos métodos discriminatorios que para nada
despiertan admiración.
En el oposicionismo, la clase
alta monopoliza la dirigencia partidista y las candidaturas electorales. Ningún
personaje de clase popular tuvo posibilidad de ser electo (salvo con ayuda de
ricos patrocinantes) en las fulanas elecciones primarias pues la competencia
interna se basó en costosas campañas publicitarias, como por ejemplo la guerra
televisiva entre los principales precandidatos derechistas a la alcaldías de
Baruta y Chacao.
Es una descarada burla
propagandística, sólo creíble entre incautos, que una campaña hecha únicamente
para ricos sea verdaderamente democrática. Ello se ratificó cuando un ex
revolucionario, hoy ultraderechista, casi fue descartado de las primarias
presidenciales de la MUD al no pagar la elevada cantidad de dinero exigida para
inscribirse en aquel pomposo certamen.
La democracia (sistema donde la
mayoría ejerce el poder) no se materializa a través de mecanismos engañosos de
la burguesía, sino mediante programas que promuevan la inclusión social como
las misiones bolivarianas y los consejos comunales.
Si este año la revolución ha
designado a sus candidatos, ello no contradice que en el futuro se ensayen
nuevas variantes de la democracia interna, pero en ningún caso los candidatos
del capitalismo son éticamente comparables a los hombres y mujeres que
actualmente responden al liderazgo de Hugo Chávez y sus orientaciones
estratégicas dirigidas a profundizar el proceso de igualdad social.
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