Por: Jesús Silva R.
A
escala internacional, diversas tragedias han influido notablemente en los
escenarios políticos y electorales. Los lamentables y extraños sucesos de la refinería de Amuay (actualmente bajo investigación) nos recuerdan que en ningún rincón del mundo es descartable
que sectores aventureros promuevan situaciones de conmoción nacional para
manipular a la opinión pública en vísperas de elecciones.
En
EEUU nació la leyenda de Bin Laden como terrorista y autor intelectual del
brutal ataque a Nueva York, sin embargo nadie sacó mayor provecho de esos
sucesos que el propio Gobierno estadounidense, pues inspiró un nivel ultranacionalismo
en su población suficiente como para restaurar la imagen del impopular
presidente George W. Bush (ganador en fraudulentas elecciones) y justificar una
campaña de invasiones al Medio Oriente.
En
el Reino de España, el infame suceso del tranvía, causó la indignación del
pueblo, quien luego de conocer que supuestos talibanes fueron responsables de
dicha agresión, culparon al Gobierno derechista del Partido Popular por seguir
a EEUU en sus guerras anti islámicas y eligieron al desahuciado candidato del
reformista PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero.
Venezuela,
que ya ha sido víctima de graves sabotajes industriales (Pdvsa 2002), motines
carcelarios y colocación de explosivos en partidos políticos, templos y sedes
extranjeras, debe extremar medidas de inteligencia y vigilancia para impedir
nuevas alteraciones al orden público y garantizar la victoria del régimen
democrático.
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