Por: Jesús Silva R.
Un once de septiembre de 2001 el mundo presenció atónito el derrumbe de las torres del World Trade Center en Nueva York y horas más tarde George W. Bush convirtió al presunto autor del hecho, Osama Bin Laden, en el hombre más famoso y buscado del planeta.
Tuvo que pasar casi una década para que el gobierno estadounidense proclamara la eliminación del autor del mayor crimen contra ese país en toda su historia (peor que el ataque a Pearl Harbor), sin embargo para quienes desconfían de Washington, subsisten dudas sobre lo sucedido.
No pocos especializados analistas han afirmado que todo se debió a una demolición controlada mediante explosivos colocados al interior de las torres, es decir, un auto-ataque para justificar la campaña antiterrorista global y el saqueo a pueblos del Oriente Medio cuyo único pecado ha sido su riqueza petrolera.
Con menos votos populares que su rival Albert Gore y luego de semanas de disputa judicial, el recién nombrado Presidente Bush experimentaba bajísima popularidad, no obstante su célebre declaración: “Están con nosotros o están con los terroristas” lo elevó a la condición de gran líder chauvinista capaz de manipular a un sufrido pueblo hacia el odio y la venganza contra enemigos ficticios: Antes los comunistas, luego los árabes.
Este año el asesinato de Bin Laden es para el histriónico mandatario ganador del Premio Nobel (Obama) un trofeo para revivirlo electoralmente y el pretexto para extender su guerra contra “autócratas y terroristas” aunque ello siga ocasionando la muerte de millones de indefensos civiles.
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http://www.aporrea.org/tiburon/a123304.html
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