Jesús Silva R.
El fascismo
es la doctrina que justifica la violación de los derechos humanos en nombre de
la supremacía de un grupo, partido o nación. La vida, la dignidad, la libertad
y demás bienes inherentes al ser humano pueden ser arrasados con el pretexto de
una lucha por el poder o el ejercicio del mismo.
De tal manera
que fenómenos como el nazismo, el racismo, el eurocentrismo, el sexismo, el
ultranacionalismo, el chauvinismo, el fundamentalismo religioso y otras formas
de discriminación son esencialmente afines al fascismo.
Por su parte,
el capitalismo es el modo de producción económica donde las industrias,
tierras, bancos y demás medios o unidades para la generación de bienes se
encuentran bajo la propiedad hegemónica de una clase social (burguesía) que
explota la fuerza humana de trabajo de la otra clase (obrera, trabajadora,
asalariada o proletaria) con la recompensa de un sueldo (salario).
Dicho salario
representa una porción marginal de la riqueza producida que solo sirve para que
el trabajador sobreviva y siga siendo explotado por el capitalista, quien
acumula la mayor parte del fruto del trabajo ajeno, en lo que se conoce como
plusvalía.
La Burguesía
es la clase social dominante en el capitalismo, representa el estamento
empresarial, industrial y financiero que predomina en la economía. Como clase
explotadora es la heredera de los esclavistas, los feudalistas, los
aristócratas, los oligarcas y demás estamentos privilegiados que han existido a
través de los tiempos.
Su propósito
es controlar todas las superestructuras de la sociedad para garantizar la
perpetuidad de su hegemonía económica, es así que impone al resto de las clases
y capas sociales, el paradigma (modelo) burgués de legislación, propiedad,
familia, cultura, religión, educación, etc. Para la burguesía, controlar el
Estado es un objetivo estratégico y lo ha logrado en casi todas partes del
mundo.
Vemos
entonces que el fascismo como doctrina puede penetrar el pensamiento de
individuos de cualquier clase social. Asimismo, el capitalismo como sistema
económico puede también ser abrazado como dogma (derivación ideológica del
esquema económico), inclusive por los explotados por dicho régimen.
Todo burgués
es capitalista, pero hay incautos que piensan como capitalistas y no son
burgueses. De igual modo, todo capitalista es potencialmente fascista, pero el
fascista por obra de su doctrina no llegará a ser burgués.
En
consecuencia, es la burguesía (élite social) quien través de una sistemática y
eficiente manipulación ideológica, se vale del fascismo como arma de
adoctrinamiento sobre multitudes para conducirlas al ejercicio de violencia
contra la sociedad, especialmente contra quienes representen un obstáculo o
amenaza para la dominación capitalista, como por ejemplo: sectores
democráticos y progresistas, defensores de derechos humanos, socialistas y
comunistas.
En definitiva
la burguesía fabrica un prestigio y una propaganda favorable al sistema
económico capitalista para seducir a individuos de todas las clases sociales y
ocultar la explotación del hombre por el hombre que históricamente ha promovido
este modelo.
Es así como
la minoritaria clase burguesa logra enamorar (adormecer e ilusionar) a las
grandes mayorías de la sociedad para que no se rebelen frente a la injusticia
social, apoyen la tradición e inclusive elijan "democráticamente" con
sus votos a gobernantes burgueses.
Solo la
revolución puede derrotar a este demonio de tres cabezas. Todo revolucionario
es antifascista, anticapitalista y anti burgués.
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