Por: Jesús Silva R.
La sociedad podría desaparecer mañana y la humanidad seguiría existiendo, sólo que la supervivencia resultaría menos cómoda para determinadas clases sociales.
Sociedad y humanidad no son lo mismo, aunque ello a veces se ignore. La humanidad es básicamente la totalidad de mujeres y hombres que habitamos en el planeta, es decir, una de las tantas especies biológicas de la naturaleza. Mientras que la sociedad es el sistema integral de relaciones que los seres humanos, en paz o en guerra, hemos fabricado para administrar la vida en convivencia con nuestros semejantes.
Sépase que el Estado, la economía, la propiedad, la religión, la familia, la cultura y las demás instituciones existentes a lo largo de la historia son estrictamente un producto social y por ende susceptibles al cambio. Así como la antigua esclavitud fue derrocada por los esclavos, hoy cualquier desigualdad es derrotable y será un mayor grado de desarrollo ético e intelectual extendido en la especie humana el que permita consolidar una futura sociedad de derecho colectivo.
En eras remotas el hombre sobrevivía mediante la caza, la pesca y la recolección de frutos y su vida social se limitaba a la reproducción biológica. Siglos después, la industrialización impuso la “integración económica” de las personas y obligó a la reunión de las mayores multitudes en centros de trabajo para hacer andar las máquinas de la sofisticada producción de bienes. Hasta el presente, toda la circulación de bienes y servicios (desde su generación hasta su consumo) depende de la efectiva contribución colectiva de muchas personas, excepto de los dueños de esos medios de producción, quienes sin embargo son los que monopolizan la riqueza.
Desde esta óptica, no sería descabellado que cualquier trabajador (uno de esos que aporta su fuerza laboral y jamás tendrá acceso a un reparto justo) prefiera volver a milenios pasados, al convencerse de que las maravillas de la modernidad son inalcanzables para su clase social. Ciertamente antiguos hombres como los Cromagnon, los Grimaldi o los Chancelade, andando libres por la selva, descalzos y semidesnudos, sólo tuvieron que dominar la naturaleza para satisfacer sus necesidades y vivir en paz con sus congéneres, en ese entonces el planeta era de todos.
¿Será que nuestros problemas comenzaron cuando alguien se apropió del fruto del trabajo ajeno? ¿Es esto lo que ha provocado la llamada lucha de clases? Ahora que muchos dicen que tenemos la mejor sociedad posible, habrá que preguntar: ¿por qué no todos vivimos mejor? Tal vez hoy somos más primitivos que nunca.
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