Jesús Silva R.
Hace más o menos
15 años, cuando quien suscribe no era un revolucionario a cuenta propia sino
militante de 24 horas y traductor de los congresos del Partido Comunista de
Venezuela y la jcv, tuve la oportunidad de conocer y conversar largamente con
cientos de delegados internacionales de prácticamente todos los países donde
existiera un partido comunista, incluyendo por supuesto a China. Como en todo
grupo humano, hay gente buena y mala. Bastante conocí sobre diferentes
camaradas en época de nuestra naciente Revolución Bolivariana, la primera en
ocurrir dentro de un país con grandes riquezas petroleras.
Hay quien dice
que tal riqueza (petrodólares) hizo a nuestra revolución la más atractiva de
América Latina ante los ojos de muchos camaradas extranjeros que hablaban de
solidaridad internacional e internacionalismo proletario pero nunca se afanaron
en visitar las tierras de revoluciones no petroleras como Bolivia o Nicaragua.
Recordando mi
juventud militante, retomo reflexiones que empecé a madurar desde aquella
época. El siglo XX parió dos grandes potencias socialistas, una la Unión
Soviética la cual se fue a la quiebra por su ilimitada e incomparable
solidaridad económica a favor de países no industrializados que fallaron en
retribuir productivamente hacia Moscú los caros favores recibidos durante
décadas de donaciones.
La otra potencia
socialista fue China, para muchos su pragmatismo económico la hace todavía
viviente en el siglo XXI y enrumbada al primer lugar de las economías. A
diferencia de los soviéticos, los chinos no regalan, sino que hacen negocios y
obtienen ganancias. Para nadie es un secreto la incorporación de importantes
elementos del libre mercado en la economía china como la flexibilidad de sus
leyes laborales, libertades comerciales, así como la imposición de préstamos
con intereses a países en dificultades (EEUU, Venezuela, etc.).
El pragmatismo
chino es un fenómeno económico y filosófico posterior al fallecimiento del
líder revolucionario Mao Tse Tung y el auge ideológico del socialismo en el
siglo XX. Tal pragmatismo puede resumirse en palabras de su modernizador y
líder Deng Xao Ping: "No importa si el gato es blanco o negro, lo
importante es que cace ratones".
En este contexto
el gobierno de Venezuela debe ser prudente en sus decisiones de endeudamiento
para solventar la crisis creada por los bajos precios del petróleo criollo,
toda vez que el Presidente Nicolás Maduro ha anunciado una extensión de los
acuerdos económicos con la República Popular China. Este año el gigante
asiático otorga 20 mil millones de dólares que serán pagados a plazo con
barriles de petróleo venezolano. En la actualidad, alrededor de medio millón de
barriles diarios son exportados a China.
No se conocen más
detalles sobre el referido pacto chino venezolano, pero confiamos en que la
intención del Gobierno Nacional es que el mismo sea ajustado al marco de la
Constitución. Por ello advertimos que el artículo 311 constitucional señala:
"(...) El Ejecutivo Nacional presentará a la Asamblea Nacional, para su
sanción legal un marco plurianual para la formulación presupuestaria que
establezca los límites máximos de gasto y endeudamiento que hayan de
contemplarse en los presupuestos nacionales (...)".
Consideramos que
en cumplimiento de la Carta Magna, es imprescindible que los acuerdos con China
sean sujetos al debate y control de la variopinta y plural Asamblea Nacional,
lo cual tiene su razón de ser en garantizar la transparencia administrativa
sobre el manejo de los recursos, el examen de las decisiones, su conveniencia y
el conocimiento público de los ciudadanos en este tema de relevancia nacional.
Asimismo cuando
la precitada norma constitucional hace alusión a un "marco
plurianual" ello significa que el Ejecutivo Nacional está obligado a
presentarle al Poder Legislativo una planificación de varios años a futuro
respecto a los procesos de endeudamiento y sus límites.
En tal sentido,
si se hubiere obviado la aprobación del parlamento nacional así como el
respectivo marco plurianual, puede causarse la apariencia de que el gobierno
improvisa en materia económica, que el gabinete ministerial desconoce cuánto
dinero se va a necesitar en los próximos años y que por lo tanto no planifica
asuntos tan vitales como el endeudamiento con imperios extranjeros (ahora
China, antes EEUU y su brazo financiero el FMI).
Como
revolucionarios comprometidos con la soberanía popular e intransigentes
defensores de la Constitución Bolivariana, sugerimos replantear el manejo de
los acuerdos con China, más todavía cuando se trata decenas de miles de
millones de dólares que se constituyen en gravamen sobre nuestro petróleo para
los años y generaciones futuras.