Por: Jesús Silva R.
Siglos después del “encuentro” (1492) que jamás debió ocurrir, porque causó la muerte de 70 millones de aborígenes y la esclavitud de 12 millones de africanos, Venezuela se rebelaba contra España. Era abril de 1810, cuando Fernando VII, entonces Rey de España, había sido derrocado. Su verdugo era Napoleón I, Emperador de los franceses, quien tomaría el control de
El decimonoveno día, un tal Vicente Emparan, representante local de España, renunció a su cargo y desencadenó el ciclo de nuestras luchas liberadoras bajo el liderazgo de gloriosos héroes como Francisco de Miranda, Antonio José de Sucre, José Antonio Páez y el extraordinario Simón Bolívar. Sin embargo, aunque parezca insólito no sería hasta 1845 que España reconocería definitivamente nuestra independencia.
De aquella época precapitalista de cruentas luchas para execrar a la odiosa monarquía, fue Simón Bolívar quien aportó las mayores ideas revolucionarias a la conciencia americana. Él nos advirtió sobre materias que trascendían al triunfo republicanista y que incidían significativamente en la construcción de un modelo de justicia social para las nacientes repúblicas independientes, ello consta en sus documentos e iniciativas de ley para la equidad ciudadana y la participación del pueblo, a fin de impedir que nuevas élites internas (oligarquías) oprimieran a la naciones como en el pasado lo hizo España.
La ideología bolivariana resplandeció magistralmente en el Congreso Anfictiónico de Panamá (1824), con la propuesta de conformar la unión latinoamericana y caribeña como estrategia para derrotar al panamericanismo del emergente imperio estadounidense. Aunado a sus victorias militares, su ideario sigue vigente, pues la lucha anticolonialista ahora revive en el antiimperialismo y su firme doctrina contra las oligarquías hoy orienta al socialismo del siglo XXI.
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