Por:
Jesús Silva R.
Como humilde introducción al estudio científico, por clase social se
entiende el conjunto de personas que tienen una situación semejante ante los
medios de producción (empresas, tierras, bancos, etc.) y por ende se ganan la
vida de la misma forma.
En la economía hay,
en principio, dos grandes clases, los propietarios de dichos medios y los no
propietarios. Históricamente los primeros han sido los explotadores y los
segundos los explotados, ya que son los dueños de la unidad productiva quienes
imponen las reglas de juego en la actividad económica y se apropian de la mayor
parte de los frutos creados por el trabajo de los no propietarios.
A través de siglos,
estas dos clases fundamentales han recibido diferentes nombres de acuerdo al
nivel de desarrollo científico técnico y múltiples factores (modos históricos
de producción) de cada época.
Por tal motivo, han
existido esclavistas y esclavos (en la era de la esclavitud), señores y siervos
de la gleba (en la era del feudalismo), así como burgueses y proletarios (en la
era del capitalismo).
En la actualidad, viviendo
en la fase superior del capitalismo (imperialismo), la supremacía de la clase
explotadora es ejercida sofisticadamente a escala internacional, la cual
contiene divisiones y subdivisiones de un complejo entramado social que
conforma el Estado Mayor de la burguesía mundial.
Esa clase explotadora
(que hoy en EEUU y Europa reduce los derechos laborales) como en cualquier
etapa anterior, sigue siendo la clase privilegiada que para sostener su reinado
se apoya en superestructuras derivadas de la estructura principal (economía).
Dichas
superestructuras son el Estado, la fuerza militar, las leyes, la educación, la
cultura, la religión, los medios de comunicación, etc. Todos estos son a su
vez, componentes fundados por la burguesía y operan al servicio de esta, por lo
tanto cualquier foco de insurrección anticapitalista y popular al interior de
estas instituciones es una excepción a la regla y una manifestación
revolucionaria que va contra el injusto orden mundial.
Que en un país tan
cercano al Imperio Estadounidense (donde además existe inmensa riqueza
petrolera codiciada por el consumismo de los países del primer mundo) se
desarrolle un proceso social de independencia frente a potencias extranjeras,
defensa de los recursos naturales y derrocamiento de las elites internas para
implantar la igualdad social y la reivindicación de los sectores humildes,
constituye un acontecimiento extraordinario. Vale decir, eso significa la
extraordinaria Revolución Bolivariana que actualmente avanza en Venezuela.
Sin embargo, en la
amplitud del globo terráqueo, las fuerzas conservadoras adscritas a la
burguesía mundial siguen ejerciendo un poder mayoritario, tanto así que hay un
mayor número de países con pueblos oprimidos o parcialmente dominados por las
elites ricas, que aquellos países completamente libres. Ni siquiera Venezuela
ha logrado liberarse de estos malignos factores.
De modo tal que en el
planeta, todavía predominan superestructuras favorables al régimen burgués y he
allí el enorme reto internacional de los revolucionarios en cualquier rincón
del mundo. Necesario es interpretar los nuevos escenarios del siglo XXI
(desaparición de la URSS, profundización de la globalización, la UE, Brics (sigla
BRIC para referirse conjuntamente a Brasil, Rusia, India y China), los nuevos
polos de desarrollo, el auge de China, etc.) para trazar con acierto las nuevas
estrategias de emancipación popular.
Ahora bien, es cierto
que junto a las dos grandes clases sociales (explotadores y explotados),
existen capas conformadas por multitudes que tienen ciertas características
propias frente al capital y al trabajo.
Es allí donde aparece
el lumpen cuyo medio de subsistencia radica en actividades informales o
paralegales, hasta aquellas de tipo delictivo, pues ni son empresarios ni
trabajadores propiamente dichos. Es decir, su actividad de lucro no los
convierte en creadores de bienes ni servicios favorables para la sociedad
(delincuentes, meretrices, indigentes) o simplemente desempeñan sus tareas en
condiciones al margen de la sociedad organizada (buhoneros, artesanos de la
calle, etc.).
Resulta de especial
interés en este estudio introductorio, comentar sobre las capas medias de la
sociedad, comúnmente denominadas "clase media", aunque realmente
tales no constituyan una clase social per se. Dicho conglomerado no es
propietario de medios de producción (por lo tanto no es burguesía) y aunque
vive esencialmente de su esfuerzo intelectual y también físico (igual que el
proletariado) no se siente clase trabajadora (u obrera) porque ha conquistado
un título universitario y goza de un ingreso económico superior al ordinario en
virtud de sus conocimientos científicos o técnicos, que son especialmente
remunerados.
Lo que generalmente
no se observa, es que la supuesta clase media, sigue siendo víctima de la
burguesía (clase propietaria), debido a que debe venderle su fuerza de trabajo
profesional a las empresas o "instituciones", ya que crea
"mayor" seguridad social y jurídica trabajar para esas entidades que
hacerlo por cuenta propia.
Es así como la
mayoría de los profesionales buscan convertirse en asalariados y esa realidad
los iguala a los obreros y trabajadores, es decir, los delata como clase
explotada aun cuando afectiva o psicológicamente no lo asuman ni se auto
reconozcan.
De modo que la así
llamada, clase media, tiene un origen psicológico, más no realmente económico.
Su base de existencia no es una realidad objetiva distinta al resto de los
explotados, sino un autoestima (dreams of tomorrow) elevada por las
aspiraciones personales de cambiar de clase, de acumular riquezas, de
conquistar futuras grandes ganancias, de "merecidamente" ascender al
nivel de los burgueses.
La clase media sueña
con un día ya no ser asalariada y evolucionar hábilmente hasta ser propietaria
de sus propias empresas para tener obreros bajo su mando y generar plusvalía.
De estos sueños ancestrales, y nunca jamás realizados a través de los siglos,
es que la manipulada clase media se conecta con las propuestas electorales de
la clase que los explota y margina (burguesía).
Es obvio que en un
mundo con pluralidad de superestructuras burguesas (prensa, radio, tv,
escuelas, universidades, iglesias, costumbres, normas, etc.), la clase media
sea seducida por los valores conservadores de la propiedad privada, la
competencia, el egoísmo, la acumulación, el consumismo, el lujo. Y que también
todo lo que se asocie a solidaridad, comunidad, colectivismo o socialismo, les
parezca sinónimo de marginalidad, pobreza, irrealidad o prohibición a su
sagrado derecho de hacerse rico.
VER PUBLICACIÓN EN: