Por: Jesús Silva R.
Henrique Capriles Radonski pasará a la historia como la desafortunada ficha electoral de la burguesía venezolana en 2012, que en uso de su creatividad hizo todo lo posible por remodelar su imagen y distanciarse de la propaganda radical personificada en extremistas como Diego Arria y la glamorosa ultraderechista María Corina Machado.
Fueron
demasiado ambiciosas las tareas que la élite económica del país le impuso al
candidato de la mal llamada unidad democrática, pues tomar a un yuppie (young
urban professional) de la alta sociedad y pretender ungirlo de un carisma
popular que no posee, es tan difícil como la transformación de una tortuga
ninja mutante.
La estrategia
electoral burguesa ha sido cosméticamente insistente, en el entendido de que
para vencer en los comicios del 7 de octubre, es necesario algo más que el
apoyo de los que siempre han sido votantes opositores a Hugo Chávez. Entonces,
a la fiel usanza de los tecnócratas y de los ideólogos y academicistas de la
clase media trepadora, trajeron asesores brasileños supuestamente vinculados a
Lula Da Silva pues pretendieron convertir a Capriles Radonski en un clon de
Chávez; algo así como un "androide socialista" que mostraría inmensa
sensibilidad social y le ofreciera protagonismo político a las clases humildes.
La
terminología del socialismo fue sustituida por el progresismo, y un autobús
simulaba ser la garantía de oportunidad para los pobres como emblema de su
campaña, ya que su limosina delataba su realidad socialmente excluyente. Sin
embargo, el joven rico de cuna no pudo cumplir la misión, no logró enamorar
chavistas, ni pudo conquistar a los indecisos. En resumen, hoy se dirige a su
funeral político con los mismos opositores de siempre, a los cuales habrá que
restar las decenas de miles de adecos que nunca han querido a los sifrinos
(lechuguinos, petimetres y ultramontanos) del partido Primero Justicia, y que
nunca los querrán.
El abanderado
oposicionista ha terminado siendo un experimento fallido, una especie de joven
manos de tijeras (Edward Scissorhands), como aquel de la película gótica
ochentera dirigida por Tim Burton y protagonizada por el talentoso Johnny Depp,
ya que así como este mítico personaje destruía sin querer todo a su alrededor,
Capriles Radonski ha hecho lo mismo cada vez que habla sin obedecer el libreto
asignado por sus asesores. En efecto, chocolate dulcito, chaca chaca, flaquito,
europeos sin desodorante, el alto costo de las ñemas, entre otras pifias y
frases infaustas del candidato, conforman ya una antología de errores,
incoherencias y desinteligencias que superan largamente a las de su predecesor
Manuel Rosales.
Definitivamente,
el Imperialismo Yanqui perdió los reales que invirtió en la campaña electoral
venezolana de 2012 y seguirá sufriendo sin satisfacer su obsesión incorregible
de desmantelar la Revolución Bolivariana.
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