Por: Jesús Silva R.
Entre los estudiosos de teorías revolucionarias y los
hacedores de recomendaciones de tácticas para la aplicación de la política,
ningún proceso de transformación social debe ser completamente nuevo ni debe
pretender serlo, ello en el entendido de que siempre la historia otorga
elementos capaces de enriquecer las luchas del presente.
Entonces, aconsejable es siempre mirar a las revoluciones
del siglo XX, no con la pretensión de un calco o una interpretación mecanicista
de circunstancias que no pueden nunca extrapolarse de un país a otro. Todo lo
contrario, estudiar los precedentes en su debida connotación dialéctica, en
casos como la Revolución Soviética (1917), la china (1949), la cubana (1959),
la sandinista (1979), entre otras, nos brindan importantes luces para
reflexionar.
Tomar lo bueno de cada proceso social y deslindarse de las
desviaciones y errores, es una tarea obligatoria para los científicos de la
política y los actores comprometidos con implementación de estrategias
revolucionarias dirigidas a destronar el capitalismo y establecer una sociedad
sin clases.
Imposible es desdeñar de experiencias históricas como la de
los bolcheviques rusos, ojalá el chavismo dure como mínimo ochenta años, y
supere los setenta y tres de la URSS, que aunque colapsó después de tan largo
período, constituye hasta el presente la más grande experiencia de revolución
social anticapitalista que la humanidad haya conocido.
No se puede hacer concesiones al reformismo acomodaticio del
siglo XXI, ni a la propaganda de Hollywood, ni a las viejas matrices gringas de
la Guerra Fría, de comparar a Hitler con Stalin; habida cuenta que el primero
quiso exterminar naciones enteras por su idea de supremacía racial, y el
segundo fue precisamente quien derrotó al nazismo y al fascismo, y puso fin a
la pesadilla de la segunda guerra mundial.
Industrialización (de un país pre capitalista y feudal),
alfabetización, grandes avances científico-técnicos, reorganización de los
obreros, estudiantes, mujeres, artistas, intelectuales, programa espacial,
desarrollo nuclear, entre otras proezas, es el saldo dejado por los más de 70
de revolución en Rusia, que hoy con todas sus dificultades sociales, posee una
identidad nacional legada por el proceso del marxismo-leninismo.
Hoy millones de revolucionarios y revolucionarias, tienen en
dicha doctrina, la principal referencia teórica de sus luchas políticas y
sociales. He allí el gran aporte histórico.
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