Jesús Silva R.
En abril de 2002, una confabulación entre la clase empresarial, un ala aventurera de la Fuerza Armada Nacional, las empresas de comunicación y los viejos partidos políticos, pretendió aniquilar el nuevo ciclo democrático, soberano y popular iniciado en nuestro país a partir de la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Precisamente cuando se ejecuta una operación para derrocar a un gobierno popular, es de esperarse que su objetivo sea restaurar el régimen de privilegios para la clase dominante y de allí que Fedecamaras, la aristocracia de la CTV y la élite de PDVSA desempeñaron un papel determinante en esos sucesos golpistas.
Siempre bajo la dirección política y mediática del Imperialismo Yanqui, los enemigos de la democracia desarrollaron una feroz campaña de odio y difamación contra el Gobierno Bolivariano que no tiene precedente en nuestra historia republicana.
Sin embargo, la tenebrosa aventura de los delincuentes de abril no fue exitosa, pues la valiente respuesta del pueblo venezolano y de los militares apegados al régimen constitucional vigente, restituyeron el orden democrático y expulsaron del Palacio de Miraflores al dictador burgués Pedro Carmona Estanga y sus encopetados colaboradores.
En nada se parece abril de 2002 al alzamiento de los militares bolivarianos en febrero 1992, pues el caso de abril fue el intento de los ricos de barrer la democracia recién electa por la mayoría humilde de los venezolanos, mientras que el episodio de febrero diez años antes, representó la respuesta popular frente a un gobierno deslegitimado por la ejecución de la masacre de febrero de 1989, donde miles de manifestantes indefensos fueron impactados con las balas del régimen represor y violador de los derechos humanos.
Nadie quiere una alteración del sistema democrático en nuestra patria, pero ello depende del ejercicio de una política solidaria con el interés social del país, la soberanía, la independencia, la inclusión de la mayoría en el desarrollo económico y el respeto absoluto a los derechos humanos, tal como acontece en la Venezuela Bolivariana.
Por ello, no regresaremos jamás al pasado infausto de venta del país al Fondo Monetario Nacional, de privatizaciones de los servicios públicos, del precio del petróleo a 7 dólares para alegrar a los yanquis, del pueblo armado recibiendo órdenes de disparar a mansalva contra el pueblo civil.
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