se hace camino al andar

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24 abril, 2009

APRENDAMOS DE LOS RUSOS


Por
: Jesús Silva R. (*)

Si el Socialismo se basa en un sistema donde la clase trabajadora asume el control de los medios de producción económica y desde esa posición, ejerce el poder político (así lo entendemos los comunistas), entonces no hará falta ser filósofo para comprender que el colapso del bloque socialista europeo fue el resultado de la desaplicación del Socialismo. En efecto, la que fuera una de las mas grandes potencias de la historia, la Unión Soviética, se desplomó como casa de cartón sin ser defendida por los trabajadores. Ni la gloriosa victoria contra el nazifascismo, los notables avances científicos y técnicos, las armas termonucleares, las reivindicaciones sociales, ni el acelerado desarrollo industrial pudieron evitar su desintegración en aquel desdichado 26 de diciembre de 1991.

Sin que el Imperialismo disparara una sola bala contra su más terrible enemigo de la guerra fría, la antigua URSS se terminó siendo un carapacho de 15 repúblicas independientes penetradas por el capitalismo. Ciertamente la adopción durante sus últimas décadas de un modelo gubernamental controlado por la clase funcionarial, y no precisamente por la clase obrera, causó degeneraciones que propiciaron el triste final. Resulta un hecho innegable que en los primeros años de la Revolución Bolchevique palpitaba con ardor la colectivización del campo, la socialización de la industria y un despertar popular que llenó de esperanza a toda la humanidad, pero la posterior burocratización de la clase dirigente no tardaría en volverse aburguesamiento y la primera etapa de héroes revolucionarios fue sucedida por una nueva elite política de restauradores de la opresión.

Se impusieron así los neo-bolcheviques, infames rufianes que desbarataron las grandes conquistas sociales y económicas del Socialismo para entonces regenerar las relaciones capitalistas. Son éstos los antecedentes de un ensayo socialista parcialmente exitoso que se destruyó desde adentro, sin que pueda decirse que ese desastre haya sido originado decisivamente por el gran enemigo exterior (EEUU.). Véase que aparentes revoluciones triunfantes de hoy pudieran enfrentar un riesgo semejante en caso de repetir la “falsa praxis revolucionaria” del reformismo ruso, cuya aristocracia política tuvo la cachaza de usurpar el protagonismo popular.

En la actualidad, sin un proceso de industrialización bajo la dirección de los trabajadores con apoyo del Estado, sin la promoción de formas de producción que puedan competir contra el esquema tradicional, sin el desarrollo de mecanismos efectivos de participación política de las masas y sin un combate radical contra la burocracia y la corrupción de los jerarcas pseudorevolucionarios, nuestro futuro socialista pudiera estar lejano. Finalmente, es menester alertar que diversas vanguardias han pretendido realizar una revolución económica, una revolución política y una revolución social, pero han dejado de lado la revolución cultural, olvidando que no se puede transformar la sociedad sin primero generar una nueva conciencia en el hombre.


VER PUBLICACIÓN EN:

http://www.aporrea.org/ideologia/a76807.html

http://www.kaosenlared.net/noticia/aprendamos-de-los-rusos

15 abril, 2009

LA FAMILIA DE LOS SOCIALISTAS


Por: Jesús Silva R.

Para el hombre revolucionario, la familia no se limita exclusivamente a su grupo de parientes consanguíneos, sino que se extiende a todos los miembros de la especie humana, primordialmente aquellos que por sus virtudes y comportamientos morales, poseen ese perfil afín al de su ideología. Es así como en nuestro tránsito por la vida social aprendemos el altísimo valor de los “afectos elegidos” (el amigo, la pareja, el camarada, etc.), y los sometemos a una comparación filosófica con la valía de los “afectos heredados” (los primos, los tíos, etc.); los primeros se derivan de la voluntaria y consciente escogencia, mientras que los últimos están predeterminados por la tradición.

En la ética socialista es intolerable la idea de que “el vecino no me importa porque ese no es familia mía”. Y aborrecible resulta que la realización familiar se circunscriba al pequeño mundo del disfrute material: que papá, mamá y los niños sacien su delirio por un vehículo rústico, ropa importada, tarjetas de crédito, centros comerciales, colegios privados y vacaciones; mientras que su desinterés por la comunidad que los rodea raya en el egoísmo y la crueldad. La vida se torna demasiado vana y miserable cuando se ignora el deber fundamental de brindar igual estima y respeto a todos los sujetos de buena voluntad, sean o no, nuestros consanguíneos, y más allá de diferencias religiosas, raciales o sociales.

De la misma forma rechazamos en el seno del hogar, la ancestral discriminación de género, dícese de la cometida contra la mujer, a quien por obra del convencionalismo social patriarcal, se le imponen la totalidad de las cargas domésticas de la casa. Ella suele asumir las tareas de lavadora, planchadora, barrendera, cocinera y aseadora. Y aunque bajo su sola responsabilidad se encuentre el bienestar del marido y de los hijos para que encaren con mejor salud las actividades del “mundo exterior”, jamás su trabajo casero, que dura tantos años y excede las ocho horas, es generador de un salario o prestaciones, ni es apreciado por la sociedad.

El ama de casa de la época actual es a todas luces una persona doblemente explotada, pues además de su oficio hogareño, comúnmente se ve forzada a conseguir un trabajo formal asalariado fuera de casa para así hacer su aporte monetario dentro de la precaria economía familiar. Ante la situación de la mujer explotada en la casa y en la fábrica, los socialistas abogamos por la igualdad de género, lo cual significa promover iguales derechos y obligaciones para mujeres y hombres en todos los aspectos del quehacer humano.

Asimismo, el colectivo revolucionario, inspirado en un inmenso amor hacia el género humano y estableciendo como objetivo esencial la preservación de éste en condiciones de equidad y dignidad, posee evidentemente sólidos principios éticos en cuanto al tratamiento a los niños, niñas y adolescentes en la familia. Tratándose de un tema de tan suprema importancia, subrayamos el carácter esencial de que la educación de los hijos habrá siempre de ser entendida desde un enfoque integral, es decir, sustituir la idea del gobierno familiar divorciado de la humanidad por uno que esté profundamente relacionado con los diferentes sujetos educadores del universo social.

Entiéndase que para garantizar la debida formación de nuestros hijos, no basta que los padres logren satisfacer sus necesidades materiales elementales (alimentación, salud, educación, etc.), ni basta velar por un ambiente sano dentro de los límites de la casa, sino que urge que los padres de cada familia se vinculen socialmente con otros colectivos de padres para la atención y seguimiento de otros espacios fundamentales en el proceso educativo de la niñez y adolescencia, tales como la guardería, la escuela, los centros recreativos, el vecindario, etc.

Lo anterior deberá cumplirse en el entendido de que el óptimo desarrollo de los infantes y jóvenes depende de un esquema de corresponsabilidad social en el que grupos de padres, maestros, tutores y demás actores de la vida comunitaria se organicen como colectivo consciente de su alta y compleja tarea. De modo que la orientación sobre los hijos mal puede confinarse a las paredes del hogar, cuando se sabe que existe un “mundo de la calle” en permanente transformación y lleno de elementos diversos (estereotipos sociales, tecnologías, modas, televisión, Internet, sectas, drogas, etc.) que son tremendamente influyentes sobre la mente juvenil y que no podrán ser derrotados si los adultos encargados de conducir a las familias no nos activamos como un movimiento social unido y consciente.

Nuestro sistema familiar socialista defiende un modelo participativo y superior al egoísmo burgués, pues a diferencia de aquel que considera a los hijos como una propiedad privada de los padres, nosotros somos fieles a la idea de promover una sociedad sana para ellos, teniendo como principios basilares la creación de los comités políticos de padres, la corresponsabilidad y asociación de todos los formadores sociales, la solidaridad familiar, la cultura comunitaria y el ejercicio permanente de orientación filosófica sobre los hijos para cerrarle el paso a los vicios y antivalores del adoctrinamiento capitalista.

Andando de Quijote por el mundo, he conocido maestros admirables que, en virtud de su incomparable desprendimiento, convirtieron en su apostolado de vida, la entrega constante de un amor abstracto hacia toda la sociedad, sin mínima codicia de retribución inmediata o directa, solo la satisfacción personal del buen obrar. Ciertamente hay quienes se alejan para “amar más” y dar lecciones morales. Grandiosos quienes permanecen ajenos a la infame costumbre de primero recibir “algo” para después pensar en dar.

Finalmente, somos rebeldes con causa, luchando por realizar la necesaria sociedad del mañana, una que habrá superado las desigualdades y perversiones del capitalismo y se caracterizará por el libre intercambio de los bienes materiales y, fundamentalmente, los espirituales entre todas las personas. Sin explotación del hombre por el hombre, prejuicios burgueses ni estereotipos mediáticos, en el mundo deberá prevalecer una forma de vida más sabia y avanzada éticamente, donde la implacable competitividad entre los individuos de hoy sea definitivamente sustituida por la solidaridad humanista del futuro.