se hace camino al andar

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12 julio, 2009

ESTADOS UNIDOS LE DIO LA ESPALDA A MICHAEL JACKSON


Por: Jesús Silva R.

Nacido en el país que vende sueños y falsas esperanzas, un niño pobre y negro de un barrio norteamericano, logró un sueño imposible: Convertirse en el artista más famoso de su tiempo.

Aunque no quepa duda de que su imagen siempre fue un producto del negocio del entretenimiento, ello no desdice que su arte prodigioso lo condujo a ser el único afroamericano en penetrar la industria musical con éxito universal. Sin embargo desde el inicio de su vida, enfrentó el martirio y el estrellato, pues desde los cinco años de edad, Jackson era para sus progenitores y sus nueve hermanos la única posibilidad de escapar de la pobreza. En manos de su padre, el niño prodigio sufrió brutal explotación infantil en el trabajo artístico, maltrato emocional y menosprecio a su raza.

Jamás pudo ir a una escuela común ni convivir con otros niños en un ambiente adecuado para el normal desarrollo de su personalidad, Jackson pagó con dolor irremediable el precio de su infancia perdida. En un país de consumismo y de exclusión social y racial, fue transformado en un ser solitario, sometido a una imagen pública según la cual mientras más “extraño” él fuese, más dinero generaría; mientras tanto, el hombre de carne y hueso hallaba refugio en las historias infelices de Jhon Merrick (el hombre elefante) y Peter Pan (el niño que nunca creció) en un intento idealista por sanar su aislamiento y sus fantasmas.

En aquellas décadas de éxitos sin precedentes, fue la industria capitalista de los blancos quien mayor provecho obtuvo de Jackson y de los billones de dólares creados por sus giras, discos, publicidad, películas y artículos de merchandising. En la cúspide de su impresionante carrera, el personificó el ficticio sueño americano, una historia de triunfo “Made in U.S.A.”, que contagiaba las almas de millones de seguidores alrededor del mundo, rompiendo barreras de raza, idioma y nacionalidad.

Tristemente, hay un enorme sadismo en las sociedades capitalistas (especialmente la yankee) que se expresa a través de un goce desenfrenado y enfermizo ante el derrumbe de quienes alguna vez alcanzaron la gloria y este hombre fue víctima de ello: Quien permanece como el más exitoso artista de la historia, pues hasta el día de su muerte ya había vendido más de 750 millones de discos (por encima de Los Beatles y Elvis Presley), conoció el declive. Fue así como en la última década, sus extravagancias, el vitiligo, sus cambios faciales y un escándalo sexual no comprobado, coparon las noticias de la misma industria que en el pasado se lucró de su baile, su canto y de la excentricidad que le fue impuesta.

Desde entonces, la opinión pública del país que lo vio nacer hizo leña del árbol caído mediante la burla, la constante difamación mediática y la condena sin juicio. Nadie recordó sus obras humanitarias. Para Jackson no hubo derecho a la presunción de inocencia, su reputación fue acribillada durante años y quienes le manifestaron fidelidad lo abandonaron; la prejuiciosa sociedad gringa desconoce que ser extraño no implica ser también un criminal.

De quienes se enriquecieron con su trabajo o gozaron con su talento, ninguno fue capaz de rescatarlo de su presunta vida autodestructiva, ni rehabilitarlo contra la fármacodependencia ni advertirle de la inconveniencia de permanecer con niños que no eran sus hijos. Aunque en 2005 fue declarado inocente de cualquier conducta criminal por un tribunal de California, la prensa jamás se retractó de haberlo sentenciado culpable. Hoy cualquier homenaje de la sociedad gringa es hipócrita y extemporáneo, el hombre que le brindó todo a su país, ha muerto solo. Estados Unidos le dio la espalda a Michael Jackson.

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