se hace camino al andar

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27 enero, 2010

MÁS PRIMITIVOS QUE CROMAGNON, GRIMALDI O CHANCELADE


Por: Jesús Silva R.


La sociedad podría desaparecer mañana y la humanidad seguiría existiendo, sólo que la supervivencia resultaría menos cómoda para determinadas clases sociales.

Sociedad y humanidad no son lo mismo, aunque ello a veces se ignore.
La humanidad es básicamente la totalidad de mujeres y hombres que habitamos en el planeta, es decir, una de las tantas especies biológicas de la naturaleza. Mientras que la sociedad es el sistema integral de relaciones que los seres humanos, en paz o en guerra, hemos fabricado para administrar la vida en convivencia con nuestros semejantes.

Sépase que el Estado, la economía, la propiedad, la religión, la familia, la cultura y las demás instituciones existentes a lo largo de la historia son estrictamente un producto social y por ende susceptibles al cambio. Así como la antigua esclavitud fue derrocada por los esclavos, hoy cualquier desigualdad es derrotable y será un mayor grado de desarrollo ético e intelectual extendido en la especie humana el que permita consolidar una futura sociedad de derecho colectivo.

En eras remotas el hombre sobrevivía mediante la caza, la pesca y la recolección de frutos y su vida social se limitaba a la reproducción biológica. Siglos después, la industrialización impuso la “integración económica” de las personas y obligó a la reunión de las mayores multitudes en centros de trabajo para hacer andar las máquinas de la sofisticada producción de bienes. Hasta el presente, toda la circulación de bienes y servicios (desde su generación hasta su consumo) depende de la efectiva contribución colectiva de muchas personas, excepto de los dueños de esos medios de producción, quienes sin embargo son los que monopolizan la riqueza.

Desde esta óptica, no sería descabellado que cualquier trabajador (uno de esos que aporta su fuerza laboral y jamás tendrá acceso a un reparto justo) prefiera volver a milenios pasados, al convencerse de que las maravillas de la modernidad son inalcanzables para su clase social. Ciertamente antiguos hombres como los Cromagnon, los Grimaldi o los Chancelade, andando libres por la selva, descalzos y semidesnudos, sólo tuvieron que dominar la naturaleza para satisfacer sus necesidades y vivir en paz con sus congéneres, en ese entonces el planeta era de todos.

¿Será que nuestros problemas comenzaron cuando alguien se apropió del fruto del trabajo ajeno? ¿Es esto lo que ha provocado la llamada lucha de clases? Ahora que muchos dicen que tenemos la mejor sociedad posible, habrá que preguntar: ¿por qué no todos vivimos mejor? Tal vez hoy somos más primitivos que nunca.

VER PUBLICACIÓN EN:
http://www.aporrea.org/ideologia/a93802.html

http://www.kaosenlared.net/noticia/mas-primitivos-cromagnon-grimaldi-chancelade

21 enero, 2010

CUANDO LAS FOCAS APLAUDEN


Por: Jesús Silva R.

¿Quién no conoce a las focas? Simpáticos mamíferos del mar que en el circo han hecho fama por los aplausos que producen con sus vistosas aletas en respuesta a las morisquetas de sus poco talentosos domadores.


La sátira popular, en señal de pena ajena y considerable desprecio, compara con estos inocentes animales a las personas que, desde la posición de subalternos, celebran con vergonzante adulancia y falsedad las acciones más erráticas de sus jefes o patrones.


Las focas humanas abundan en la sociedad cuando la dignidad del hombre es erosionada por el instinto reptil del enriquecimiento fácil o la preservación del privilegio a cualquier precio.


A mitad del siglo pasado, cuando Stalin conducía los destinos del pueblo soviético, un rígido anillo de aduladores elogiaba efusivamente todo lo bueno y lo malo que hacía el mítico dirigente. Sin embargo, poco tiempo tras su muerte, Kruschev y las demás focas que por décadas promovieron el culto a la personalidad, satanizaron su severidad y los juicios de purga, en un acto de sorprendente traición. En lo que fue el mayor salto de talanquera de la historia política, nunca más los antiguos estalinistas alabaron su papel en el triunfo contra el nazismo, ni los logros económicos, sociales y culturales que ellos mismos atribuían al padre del socialismo real.


El espectáculo circense de estos animales raros suele intensificarse en los tiempos de crisis donde lo más urgente es la crítica constructiva para salvar al pueblo del hundimiento.


Ciertamente, mientras puedan usufructuar el poder, las focas complacerán al amo sin preguntar y procurarán aislarlo de modo tal que no pueda escuchar nítidamente las advertencias ásperas pero sabias que sólo los hombres honestos y desinteresados pueden brindar. No todo el que nos aplaude es nuestro amigo, ni todo el que discrepa es nuestro enemigo, porque la sociedad es dialéctica.


De allí que no vacilo en alertar que el aplauso fácil jamás será el que enrumbe al país hacia su mejor destino. Cuando las focas aplauden, vamos mal.