Un verdadero producto científico y biotecnológico
fabricado en Venezuela capaz de inmunizar a toda
la población mundial contra el mortal y altamente contagioso coronavirus que en
el presente hace estragos en todos los países con cientos de miles de personas
contagiadas y gran número de fallecidos, es posible.
Si Cuba, isla sin petróleo, ha logrado elaborar
exitosas vacunas contra enfermedades no menos peligrosas y complejas que han
sido reconocidas por potencias de Europa, bien puede la patria venezolana hacer
lo propio si reúne a sus mejores hombres y mujeres de la ciencia médica
para tales fines sin mirar ideologías políticas y estableciendo como condición
fundamental de trabajo: la lealtad al interés nacional por encima de cualquier
otro factor.
Esta meta requiere el impulso del liderazgo
gubernamental, con una formal política de Estado tendiente a encarrilar a
todas las universidades (empezando por la postrada UCV la cual seguimos
empeñados en rescatar cuando se fije fecha electoral) hacia la producción
científica de la valiosa fórmula que libere a la humanidad del mal del Covid
19. Todas las entidades vinculadas a la ciencia médica podrán sumarse a esta
empresa humanitaria, siempre que sean leales con el país.
Ahora bien, mucho se comenta del éxito de Venezuela
en el control del brote vírico, es decir, el mantener hasta ahora números muy
bajos de enfermos y muertos por coronavirus. En este sentido justo es reconocer
la acertada visión del Presidente Nicolás Maduro de ordenar tempranamente el
encierro de todos los venezolanos en sus casas. Esa decisión histórica es
el mayor logro del primer mandatario en siete años de gestión porque ha salvado
millones de vidas.
Si bien encerrar al pueblo en su morada, no
constituye un hallazgo científico técnico de exportación, ha significado
una acción gubernamental supremamente correcta, la cual países del primer mundo
no aplicaron y hoy pagan terribles consecuencias con la curva exponencial del
coronavirus totalmente desbocada. Aunque sensato es confesar que en países y
ciudades con altísima actividad económica y comercio internacional, por ejemplo
Nueva York, es mucho más difícil la aplicación de una cuarentena radical,
social, colectiva, y voluntaria por razones obvias.
Lo prioritario es que China, Rusia, Cuba y todos
los países que han investigado profundamente sobre Covid 19 sean invitados por
Venezuela, incluyendo el propio Estados Unidos, para la elaboración mancomunada
de la necesaria vacuna ya que el encierro en propia casa no puede ser eterno
pues la población mundial necesita salir a la calle a trabajar y ganarse el
pan. Sin vacuna, la amenaza del Covid siempre estará latente. En el
contexto actual, la humanidad no puede esperar doce meses para tener lista esa
vacuna ni mucho menos la fórmula curativa se puede privatizar, sino que, tal
como ha sido criterio reiterado de quien suscribe, la gratuidad de la vacuna
debe ser ley internacional y ciertamente la ONU y demás factores de poder
global deben velar porque esto ocurra así.
Será tarea de quienes priorizamos la vida del ser
humano por encima de las empresas mercantiles, promover propuestas jurídicas
sobre la materia. Y será el deber de los gobernantes de derecha, centro e
izquierda reflexionar juiciosamente esas ideas sin discriminar a los
proponentes. Es mi más sincero anhelo, como “revolucionario de a pie”, que
el acierto del Estado Venezolano contra el Covid 19 sea también el inicio de
una incesante cadena de aciertos en materia económica, política, diplomática y
constitucional para llevar al país a una mejor situación.