se hace camino al andar

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10 octubre, 2009

ROMEO Y JULIETA EN EL SIGLO XXI



Por: Jesús Silva R. (*)

El genial William Shakespeare se inspiró en el inagotable tema del amor frente a la adversidad para escribir una de las obras más apasionantes de la literatura universal: Romeo y Julieta. Su ilusión condenada a un amargo desenlace sucedió en una Inglaterra de finales del siglo XVI donde el individuo aun soñaba con fabricar una verdad liberadora creada desde su espíritu. Sin embargo, aunque el idealismo filosófico tuviera auge en su tiempo, ni en aquel siglo ni ahora, éste ha resuelto el problema de la división de clases sociales.

Para los asalariados de nuestra era, la jornada diaria de labor no permite tiempo para ensayar las maravillosas utopías que los artesanos de generaciones pasadas tuvieron la libertad de disfrutar mediante el trabajo libre y el control del propio tiempo.

De allí que si editara desde mis ideas una adaptación de esta legendaria obra, señalaría al régimen actual como el mayor enemigo de las relaciones humanas y advertiría sobre males más complejos pero tan letales como el odio descrito por Shakespeare entre las familias Montesco y Capuleto. En este planeta de explotadores y explotados, me resultaría muy real referirme a quien dejó a su mujer preñada en la provincia y se fue a la capital buscando medios para sostener a su naciente familia o a las vidas por nacer que son asesinadas por la miseria moral de nuestra época.

Aunque aquellos amantes provinieran de clases privilegiadas, no es menos cierto que se enfrentaron a la sociedad que los oprimía y ello los convierte en ejemplo para cualquier pareja proletaria en el siglo XXI; pues cualesquiera que sean las formas de dominación y abuso, presentes o futuras, la convicción de liberación social de los rebeldes es tan poderosa e indestructible como la noble causa shakesperiana. Jamás desaparecerán las almas que luchen por instaurar una sociedad de igualdad y respeto como único camino para la comunión afectiva de todos los seres humanos.

Hoy más que nunca el régimen social (conducido por unos pocos que se lucran con el trabajo de muchos) fomenta el egoísmo y nos aparta de la cultura general y el ejercicio de artes virtuosas que no produzcan dinero. Se nos niega la posibilidad de organizarnos de forma distinta para dedicar más tiempo a otros propósitos reconfortantes de la vida como la consolidación de la pareja, la familia, la amistad, la creación intelectual y las contribuciones sociales. Seguramente los malogrados Romeo y Julieta nos dirían que la verdadera felicidad humana siempre ha estado en defender la libertad.

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