se hace camino al andar

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20 diciembre, 2019

UCV y maximizar el talento humano

Jesús Silva R. 

Como vigente candidato a rector de la UCV, pienso que la educación debe ser entendida como el proceso que permite al individuo comprender el mundo que lo rodea y elevar sus capacidades para transformarlo positivamente. En tiempos de crisis nacional este proceso debe ser acelerado para superar las dificultades en el más corto tiempo posible y con el mayor rendimiento de las facultades humanas. Dicho de otro modo, el estudiante está obligado a trabajar para auto sostenerse incluso antes de obtener una licenciatura. El Estado, sector privado y la universidad deben apoyarlo para tener trabajo y remuneración en paralelo a su aprendizaje.

A diferencia de generaciones pasadas, cuando el estudiante era mantenido por sus padres hasta más allá de los 18 años, el modesto poder de compra del salario exige que este joven miembro de la familia haga su aporte económico al hogar. La universidad debe ser dirigida por gerentes innovadores que comprendan este reto, si ha sido tradicional graduarse en cinco años, podemos abreviar las carreras a cuatro o tres años sin sacrificar la calidad de la formación.

En el caso de los profesores, pudiéramos determinar el tiempo de su desarrollo profesional tomado como ejemplo que una carrera hoy toma cinco años de estudios, luego una especialidad por dos años, una maestría por igual tiempo y finalmente dos años para el doctorado, esto totaliza once años. Bien pudiera reducirse este devenir a la mitad, es decir, menos de seis años. Igualmente, el inicio de un profesor contratado hasta la conquista del máximo grado de titularidad como profesor fijo tampoco debería superar los seis años. La universidad de la nueva época puede y debe hacer realidad lo aquí planteado y a la vez mantener docentes excelentes con concursos de oposición cada seis meses y jurado evaluador sin sesgo partidista.

Estudiantes y profesores deben ser valorados como héroes en el país de hoy pues pocos viven de su oficio, el estudiante tiene la expectativa de hacerse productivo y el profesor no produce mucho dividendo con su hacer. De modo que estos sujetos actúan por amor al arte y siendo esto así no se les debe retrasar su ascenso si pasa examen respectivo sino más bien brindarles oportunidades para tales fines, sin dogmas academicistas de que ir más rápido significa perder calidad. Al contrario, la universidad debe descubrir nuevas formas que le permitan aprovechar mejor el tiempo de aprendizaje.

Asimismo, interconectar la universidad con agencias de empleo sería un paso importante para la productividad. Siendo esto así, el estudiante tendrá a donde ir laboralmente cuando egrese del pregrado y el profesor pudiera obtener un “part time job” o empleo de medio tiempo para complementar su salario. Esto debe ser promovido mediante políticas universitarias sencillas y eficaces.

Todo lo aquí planteado son acciones para maximizar el talento humano a través de un modelo universitario proactivo, dinámico, propositivo, democrático, inclusivo y optimista. Así entendemos la universidad, como un medio para elevarse como persona y dar lo mejor de uno tanto para bien personal como colectivo. La universidad debe aumentar la cantidad de egresados cada año para que aporten al progreso del país. Asimismo, la calidad debe llegar a expresiones mayores de cantidad, es decir, de poco sirve que la academia tenga sólo un uno por ciento de genios en un claustro (antipático nombre) y el resto sea deficientes. Esta es una de nuestras principales propuestas universitarias: maximizar el talento humano.



12 diciembre, 2019

Lo que más preocupa en Venezuela


Jesús Silva R.

La mayoría no son los chavistas, tampoco los opositores, actualmente la mayoría está representada por los ciudadanos del pueblo de a pie que viven preocupados por Venezuela. La política la siguen haciendo aquellos que tienen el poder. 2019 se consumió en una lucha entre poderosos, por un lado el gobierno nacional y por el otro la oposición radical apoyada por Estados Unidos. La política usurpó a la economía pues aunque esta última es el mayor problema del país, la atención se concentró en el duelo Maduro vs Guaidó. Por lo tanto 2020 exige un acuerdo de paz política y dedicarse más a lo económico.

El dólar en nuestro país desplazó a la moneda nacional, es una realidad indiscutible. Se trata de una auto regulación económica que la sociedad se ha dado para sobrevivir a la hiperinflación y a la maxi devaluación monetaria. Urge eliminar trabas gubernamentales para la libre circulación de esta divisa, inclusive su bancarización, hasta donde lo permitan las feroces sanciones de EEUU.

La oposición radical conserva el apoyo incondicional del gobierno norteamericano, a pesar de las derrotas y promesas incumplidas en torno a tumbar a Maduro. Voluntad Popular es más querida en Washington y en Miami que en cualquier ciudad de Venezuela. Esa tolda partidista debería administrar mejor su exitoso lobby y no insistir en salidas aventureras. Esto sería clave para volver a la legalidad electoral en futuros escenarios de negociación de paz con el gobierno, sea en Oslo o donde sea.

Los colaboracionistas hacen el papel de adversarios del gobierno porque los enemigos reales asumieron posturas demasiado radicales, tanto que están vetados en los canales de televisión. Lo ideal es que reaparezca una oposición política democrática que apoye la ruta electoral. Y en el caso de los colaboracionistas que no han logrado convencer a los gobiernos gringos y europeos de que hay libre juego democrático en Venezuela, bien se les pudieran asignar tareas más acordes a sus destrezas histriónicas, por ejemplo, en la Casa del Artista o en el Teresa Carreño.

La crítica y la autocrítica revolucionaria no vive su mejor momento. Ta vez porque en tiempos donde Trump está muy cerca de invadirnos se requiere de máxima unidad y los revolucionarios que criticamos nos vemos mejor calladitos. Sin embargo nunca en nombre de la unidad se puede exigir callar frente al burócrata déspota o al funcionario corrupto, pues son estas bestias los reales enemigos de la unidad y del pueblo. Me preocupa la expansión del jalamecatismo pseudorevolucionario tanto como el creciente cementerio político de chavistas autocríticos. Urge reimpulsar espacios de debate franco, tolerar la diversidad y honrar el artículo 67 constitucional, o sea, elecciones libres y por la base en todos los partidos.

En lo que atañe al derecho constitucional, una ciencia universal que permite regular la estructura y funcionamiento de los Estados, les advierto, me preocupan los opinadores que quieren menoscabar la Constitución. Prohibido olvidar los valores democráticos como separación de poderes, controles y contrapesos, y federalismo, entre otros. Existe un ente supremo llamado Asamblea Constituyente que domina a los poderes constituidos pero no la conciban nunca como supraconstitucional porque ni ella ni nadie está por encima de la Carta Magna. Promuévase en 2020 la nueva Constitución largamente prometida y refundemos el pacto social de convivencia.

Por último, mi mayor preocupación es el riesgo de un canibalismo social. No es sólo el deterioro económico lo que genera angustia. Se está multiplicando un nuevo venezolano en la vida pública que desaplica la solidaridad, el respeto y la empatía. Rescatemos valores humanistas. Elecciones y cohabitación en 2020 son el camino para rescatar a Venezuela.


06 diciembre, 2019

Juan Guaidó según un marxista pop


Jesús Silva R.

Por marxista pop se entiende uno moderno, entiéndase que tengo sólo 39 años. Si el gobierno de los EEUU no le hubiese entregado cientos de millones a Juan Guaidó durante 2019, yo sentiría tristeza por este camarada al narrar la fascinante historia de su ascenso y caída en la fauna política

Humilde joven afrodescendiente, llegó a ser diputado de la Asamblea Nacional con los discretos votos de La Guaira. Más tarde se hizo jefe de la bancada parlamentaria del elitesco partido Voluntad Popular. Hasta aquí, se le aplauden méritos al protagonista, que empezó desde muy abajo y con audacia alcanzó una posición destacada. Nótese Guaidó no subió de rango dentro de un partido populista o social reformista como Acción Democrática donde nosotros los negros hemos tenido representantes sobresalientes como Raúl Leoni. 

Por el contrario, el negrito Guaidó cogió ranking en el partido que funge como verdadera embajada americana en Venezuela, la tolda de los dólares y los catires con narices largas y apellidos musiúes. Nada más y nada menos, que esa flamante organización de cuadros caucásicos cara pálidas y largas pollinas que se conoce como VP. Y si bien Guaidó comenzó cargándole el maletín al burgués Leopoldo López (todavía se lo carga), no es menos cierto que su ascenso dentro del partido fue meteórico, de militante de base a presidente interino de Venezuela no hay dos pasos, es un salto adelante sólo comparable al de exguardaespaldas de que luego dirigen países. 

Entonces, salvando distancias, declaro que Guaidó será recordado como el Obama venezolano. Una anécdota especial de la historia patria como lo fue el moreno Barack en su país. Quienes estudiamos la carrera de Jesse Jackson en EEUU supimos que en su época fue el dirigente más talentoso del imperio, pero era negro y sobre todo de izquierda y por ello no le dieron la nominación del partido demócrata ni mucho menos la silla presidencial. 

En cambio, favorecido por las circunstancias, un afroamericano con menos talento pactó con el poder económico blanco y si logró ser presidente imperial, no una, sino dos veces. Ciertamente la política es sentido de la oportunidad. En el caso de Guaidó, lo favorecieron Dios, el Sebin y el TSJ, porque si Smolansky y Freddy Guevara no estuviesen huyendo de la justicia venezolana, cualquiera de los dos, con más pedigrí que el negrito, estaría hoy como Presidente Interino. 

Ahora que 2019 deja caer sus últimas semanas, válido es recordar con nostalgia aquellos días sensacionales de febrero, cuando el desafiante morenito se juramentaba como presidente y multitudes blancas excitadas aplaudían. Parecía un Michael Jackson triunfando con su disco Thriller en 1983 y siendo amado por todas las razas. Luego vino el tweet de Donald Trump, ungiéndolo como “Interim President of Venezuela”, y quién no se va a sentir alzado y guapetón con el respaldo del pelirrojo de Manhattan. Hasta yo me habría imaginado a un paso de ser Rector de la UCV, es más hasta de conquistar Miraflores con tamaño enchufe imperialista (risas, por favor). 

Un último suspiro de megalomanía, delirio de grandeza, llegó al final de abril de 2019. Aquel escape de Leopoldo López, jefe político de Guaidó, inyectó adrenalina momentánea a una oposición deprimida por la estafa de la ayuda humanitaria. Pero la euforia duró poco, Leo, aspirante a Rambo venezolano, se enconchó en una embajada y no fue tan fantástico como Sylvester Stallone, ese si raspaba a rusos, vietnamitas y afganos en sus películas. El también creador de Rocky, solito derrocaba dictadores. 

Explota diciembre y su tradicional flojera invade a los venezolanos. Se fue el año, dicen los más reposeros. Guaidó ya no será diputado, ni presidente interino según 50 países ricos. Está desacreditado políticamente dentro de la oposición, inhabilitado por Contraloría. Lo que le toca es dejar la peluca por Maiquetía o una colchoneta en Ramo Verde. Se dice que tiene deudas con la ley.