12 septiembre, 2014

Universidades y la enfermedad del odio político


Jesús Silva R.

Parte de estas reflexiones las presentamos en: Adecos en Escuela de Estudios Políticos y Administrativos de la UCV (EEPA-UCV) exigen expulsión de profesor chavista http://www.aporrea.org/educacion/a188557.html

En edad adolescente, muchas veces se vive una encrucijada, si hacer el bien o hacer el mal. Se experimenta la sensación de que podemos cambiar el mundo de un solo golpe y en un solo día, aunque el mundo sea el producto de millones de generaciones pasadas.

Pero yo también tuve 18 años (hoy ya 34) y desde enero de 1998 he sido profesor universitario conviviendo con adolescentes. Conozco que por esa fogosidad de la edad temprana, muchas veces se emprenden aventuras radicales como las actuales guarimbas en Venezuela y otras experiencias que muchas veces son motivadas por la emoción antes que por el razonamiento. El adolescente a veces olvida dialogar y prefiere imponer la fuerza como afirmación de su personalidad ante el grupo que lo rodea.

Como padre de familia que soy, me intereso por la protección de niños, niñas y adolescentes, llegando a ser abogado redactor d la ley de conciliación y mediación para la LOPNNA en el año 2010. Conciliación y Mediación son instituciones fundamentales para el diálogo y la democracia muy necesarias para la conflictiva Venezuela actual. Veo a cada estudiante venezolano como a mi propio hijo y por ello repudio que a millones se les incite a la violencia.

En efecto, hay adultos que ven en la juventud una masa a la que pueden manipular como ejército para sus conspiraciones en procura de satisfacer intereses propios que son distintos a los predicados, tales van desde tumbar a un gobierno hasta eliminar a un adversario político. En Venezuela, el odio político ha sido usado como alimento para impulsar esas aventuras temerarias con adolescentes colocados en la primera línea, así ocurrió con los estudiantes opositores que se movilizaron contra la Reforma Constitucional en 2007.

A veces el odio aparece disfrazado de ideología política, algunos le llaman fascismo. Pero más allá de caer en denominaciones y etiquetas que dividen, lo cierto es que con odio no hay progreso ni contrato social, solo destrucción, miseria colectiva y guerra infinita donde ningún bando podrá jamás alzarse victorioso, aunque falsamente el triunfo aparente estar a la vuelta de la esquina.

El odio es salvajismo y quien es estudiante de las ciencias, debería superar esos modelos atrasados de comportamiento social para ascender y trascender a conductas más constructivas que apunten a la consolidación de conocimientos edificantes y productivos que realmente generen bienestar personal y colectivo.

En tiempos de tormentosa polarización política como la que vive Venezuela, no cabe duda que hace falta crear conciencia de paz, respeto a la diversidad y convivencia entre los hijos de un mismo país para ponerle freno a personas y grupos enfermos de odio que intentan fomentar la guerra civil entre hermanos venezolanos principalmente por diferencias políticas, pero también por condición social, raza, género o religión.

No es un tema de chavistas y antichavistas, sino de venezolanos que amamos a Venezuela y nos rebelamos contra una minoría intoxicada por odio ideológico que pretende empujarnos a una confrontación sangrienta entre dos bloques sociales en nombre de la supuesta lucha contra una dictadura y en rescate, dicen ellos, de la democracia, la libertad, los derechos humanos y un futuro de prosperidad.

En esa campaña de odio para lavar cerebros y promover la guerra civil, estas personas y grupos violan derechos humanos pues hacen uso indebido de la libertad de expresión y se valen de sus medios de comunicación, redes sociales, internet, para mentir, estimular el odio contra personas honorables, culpar a inocentes, absolver a culpables, difamar e injuriar, festejar el desprecio y la burla a otros, aplaudir insultos.

Pretenden hacer creer que está moralmente justificado perseguir, odiar y destruir al supuesto enemigo político, a quien además no se le reconoce derecho a la defensa ni el derecho universal a la presunción de inocencia, en fin, todo eso que enseñamos en la materia de Derecho a nivel universitario pero que muchos lamentablemente no asimilan, por andar fanatizados dentro una supuesta lucha de autoproclamados próceres y libertadores que bregan la nueva independencia de Venezuela frente al castro-comunismo.

Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que la viga en el ojo propio. A medida que la juventud universitaria guarimbera se va hundiendo en su delirio ideológico, cometen injusticias y faltas muy graves.

Guarimbero no es solamente el que pone barricadas, lanza bombas molotov y piedras en las calles, sino todo aquel que impulsa el odio contra su semejante, el que promueve el prejuicio, la difamación, la injuria, la condena extrajudicial, el linchamiento mediático, el bullying, el anticomunismo, el desconocimiento de la dignidad humana y la negación del debido proceso al perseguido.

Nadie puede defender una noble causa ni hacer justicia si para ello usa herramientas criminales. Dice el proverbio, con la vara que midas, serás medido y un metro más. Nadie es dueño de la verdad absoluta. Hace tiempo que en Venezuela no se sabe quién tiró la primera piedra y no sirve de nada averiguarlo ya. Lo que el país necesita ahora es diálogo.


Luego de tanto tiempo de agresión de lado y lado, por culpa de un absurdo muro de división ideológica que se le ha impuesto a Venezuela, lo sabio es comprender que estamos obligados a dialogar y convivir porque por más rabia, odio y rencor que infecte a miles de jóvenes confundidos, ninguna mitad del país podrá jamás reunir suficiente fuerza (así pasen 4 años, 15 años, o 100 años reuniendo gente) para eliminar a la otra, ni aplastarla, ni hacerla renunciar a sus ideas ni expulsarla de Venezuela o de cualquier otro espacio de esta bella Patria que no se merece que la sigamos maltratando.

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