Jesús Silva R.
Ya ha pasado más de un año desde aquella dolorosa e inolvidable noche del 8 de diciembre de 2012, cuando estando en mi casa, al igual que otros muchos millones de venezolanos, me despertaron para darme la noticia que sospechaba pero que jamás había deseado recibir: "Jesús, despiértate, Chávez está diciendo que regresa a Cuba porque le volvieron a encontrar cáncer".
Recuerdo que de inmediato dejé de dormir y empecé a ver en la televisión a quien por 14 años ininterrumpidos, con todos sus días y sus noches fue el protagonista indiscutible de la historia y la política de Venezuela.
En ese instante empecé a sentir que moría el hombre que hablaba en la tv y a nacía una épica leyenda, que al igual que en su tiempo de existencia terrenal, seguiría siendo objeto del amor de muchos y el odio de otros porque la sociedad ya estaba dividida mucho antes de su aparición en el escenario público, sólo que antes unos tenían voz y otros eran sumisamente mudos.
Seguía yo conmovido escuchando las palabras de ese hombre que confesaba la reaparición del cáncer en su malogrado cuerpo por una campaña electoral que aceleró su agotamiento físico y una última concentración multitudinaria por su cierre de campaña bajo la lluvia torrencial en la avenida Bolívar de Caracas que sentaron las bases mediáticas de su deidad revolucionaria. El mártir Hugo Chávez en su discurso de esa tarde dejaba volar palabras de su propio testamento político.
Pero volviendo al 8 de diciembre, Chávez hacía un esfuerzo supremo, en medio de inconfesables dolores físicos, por preparar al pueblo para enfrentar situaciones muy difíciles y salir adelante exitosamente a pesar de su calamidad personal. Era Chávez, el hombre que en un tiempo histórico relativamente corto de 14 años cambió nuestra forma de pensar, hablar, soñar, actuar y relacionarnos. Porque a partir de Chávez, todos sentimos la emoción de intentar ser héroes, derrotar adversidades y transformar el mundo en un mejor lugar.
Yo no quise esperar, ni calcular más consecuencias, ni seguir procesando mis ideas por el filtro del pensamiento intelectual, simplemente decidí escribir una declaración de afecto y sobre todo respaldo al mensaje que esa noche nos daba ese extraordinario ser humano que aprendimos a amar como a un padre y un hermano.
Revelo que sentí la convicción de que esa noche sería la última noche en que vería a Chávez en la pantalla televisiva y así fue. En sus ojos vi a mi propio padre, un viejo guerrillero de las FALN en los años sesenta del siglo pasado, quien me dio su mí mismo nombre, y que en 2009 murió en mis brazos víctima de la misma implacable enfermedad del cáncer. Era alrededor de la media noche, minutos después de que Chávez había terminado de hablar, cuando en mi profundo dolor espiritual y algunas lágrimas escribí una reflexión que fue publicada como primicia a las 2:00 am del 9 de diciembre en Aporrea.org, y con un título que lo manifestaba todo: "El testamento político de Hugo Chávez".
Tanto quise haberme equivocado en mi lectura del escenario. Saben quienes me conocen, que habría preferido el milagro de la sanación absoluta y el inmediato retorno de nuestro Presidente. Sin embargo, las probabilidades objetivas eran otras. Desde entonces, supe que Chávez nunca más regresaría, pero asumí la tarea de defender su derecho a morir con dignidad y contradecir a oncólogos y constitucionalistas de extrema de derecha que jugaban con la fecha en que se confirmaría su muerte. Para enfrentarlos, como lo hice en prensa, radio y te nacional e internacional, me aferré a una suprema verdad científica, todo enfermo encara dos escenarios: “la muerte o la sanación”.
En base al anterior criterio, muchos asumimos la misión política de defender a Chávez, al pueblo chavista y la supremacía de la Constitución, preservando en privado las circunstancias en que Hugo Chávez moriría, porque tales eran propiedad del paciente y de aquellos a quienes él mismo hubiera autorizado para tales fines. Institucionalmente y constitucionalmente estábamos defendiendo el Estado de Derecho de manera intachable.
Primeramente defendimos el permiso que la Asamblea Nacional le otorgó a Chávez para ir a luchar por su salud en Cuba, luego con una juramentación el 10 de enero de 2013 que jurídicamente no significaba falta absoluta según la Carta Magna y como acertadamente lo confirmó la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia por vía de su soberana jurisprudencia.
Relevo de responsabilidad política a la Dirección Política del Partido Socialista Unido de Venezuela por el manejo de la situación del Presidente Chávez desde el 8 de diciembre de 2012 al 5 de marzo de 2013, pues nuestros planteamientos constitucionales fueron siempre hechos a título individual pero siempre en defensa del reacomodo de un Estado Bolivariano Revolucionario que el enemigo quiso derrocar durante esos días difíciles de la vida nacional.
En ese mismo tenor defendimos las funciones constitucionales vicepresidenciales de Nicolás Maduro, luego su papel de Presidente encargado, al igual que su victoria en las estrechas elecciones del 14 de abril de 2013. No menos importante fue la guerra mediática y constitucional en respaldo a la transparencia del Consejo Supremo Electoral y la certidumbre sobre los resultados oficialmente publicados, sobre todo frente al arrebato de Capriles y tantos llamados de violencia que circularon en medios de comunicación.
Inclusive marcamos discrepancias con sectores afectos con el proceso bolivariano, víctimas del desespero que recomendaron ir de inmediato a una nueva elección presidencial sin examinar los lapsos constitucionales. No obstante una sentencia del TSJ le otorgó la posibilidad de juramentarse después del 10 de enero de 2013, una vez que cesara el motivo sobrevenido, es decir, enfermedad y convalecencia postoperatoria. Fue esa una pieza jurisprudencial digna del honor de un Jefe de Estado que debía morir con todas las condecoraciones. El enemigo fascista (poderosa minoría en Venezuela) soñaba con que se le despojara de la Presidencia de Venezuela y así verlo políticamente degradado y derrotado aun en vida. Felizmente no fue así.
Dicha sentencia, que pareció ser un permiso a tiempo indeterminado, a su vez creaba la apariencia de que Nicolás Maduro estaba siendo autorizado para permanecer al frente del Gobierno Nacional sin límite de tiempo. Ello estimuló el criterio de que tal situación era jurídica y políticamente inconveniente y que más bien convendría a la nación, que la fuerza revolucionaria tomara la iniciativa de encarar un nuevo escenario electoral para relegitimarse, ahorrarle incertidumbre al pueblo y no darle pretextos al adversario afanado en desacreditar y subvertir la democracia bolivariana.
Sería inoficioso indagar ahora (se lo dejo a los historiadores) si las decisiones políticas de esos últimos meses de incertidumbre sobre la vida de Chávez estuvieron sujetas a factores extra políticos que imponen discreción, como por ejemplo un pronóstico crítico de la evolución médica del Comandante Chávez.
De tal reconocimiento se deriva un valor agregado ante el pueblo que lo sigue, vale decir, un colectivo humano (más de 8 millones de votantes), emocionalmente conmovido, para el cual habría sido inadmisible ver morir a su líder, en ninguna otra situación que no fuera la de Presidente; porque de ello emana un inmenso significado psicológico, emocional, político y también electoral, para el pueblo venezolano.
Luego frente al inminente e ineludible desafío de una nueva elección presidencial en 30 días, como lo mandaba el Artículo 233 de la Carta Magna, se debía cerrar el paso a las matrices mediáticas de un oposicionismo que no daba tregua en su empeño de estimular fricciones dentro del propio Chavismo, como con su especulación vinculada a quien debía ejercer el cargo del Presidente Encargado (Diosdado o Nicolás), en cualquier caso el anuncio del CNE en cuanto a la fecha electoral ha fue decisiva en el curso de la historia y ese 14 de abril la figura Chavez estuvo presente y determinó la victoria de Nicolás.
Pero en tiempo presente lo primordial es resaltar la irreverencia de Hugo Chávez, por eso cuando un revolucionario sienta que debe ser conservador o demasiado prudente, o tema emprender cambios profundos; o dude ante el coqueteo de la burguesía; debe inspirarse en la vida invicta y admirable de Hugo Chávez porque Venezuela hoy no sería libre si él no hubiera sido el héroe firme y valiente que siempre fue.
Si hubiera sido como otros: no habría salido de su amada Sabaneta para hacer realidad los sueños de su niñez porque Caracas suponía más riesgos; ni entrado a la Academia Militar ni organizado un grupo de oficiales bolivarianos para restituir la soberanía nacional porque los gobiernos fascistas y represivos del Puntofijismo podían meterlo preso o simplemente desaparecerlo.
No se habría jugado la vida en las épicas rebeliones de 1992, que conquistaron los corazones de millones de venezolanos esperanzados en salir del neoliberalismo y la corrupción atroz, porque era difícil un triunfo militar en Miraflores y morir fusilado era lo más probable.
Tampoco habría organizado un partido ni luchado por la Presidencia de la República porque parecía un disparate desafiar a la derecha que ya había aplastado a todos los candidatos del anti sistema en elecciones “libres y democráticas”. Además según los consejos de la vieja izquierda domesticada, lucía conveniente postergar la revolución y "acumular fuerzas" siendo diputado al Congreso.
Menos aun habría promovido una Constitución Bolivariana, leyes habilitantes con sentido anticapitalista, ni rescatado PDVSA ni la FANB, ni creado tantas exitosas misiones, ni Socialismo del siglo XXI ni Poder Popular, ni unidad latinoamericana. Otro, ante el golpe y el sabotaje petrolero de 2002, se habría entregado a la burguesía y al imperialismo pues casi todos los presidentes que se han alzado contra esos poderes fácticos han sido derrocados.
Ahora sobrevive el Chavismo, un ensayo parcialmente exitoso hacia la muy difícil meta del socialismo bolivariano que no se ha logrado. Desde esta óptica es posible establecer que el Chavismo es la doctrina fundada por Hugo Chávez desde que encabezó la rebelión militar del 4 de febrero de 1992 y que fue conocida con más profundidad por Venezuela y el mundo desde que fue electo Presidente de Venezuela en 1998. El Chavismo se nutre de un ideal de Patria que significa un régimen de máxima inclusión social para el pueblo venezolano a fin de concretar el anhelo geopolítico de Simón Bolívar.
Hay una enorme brecha entre Estado, Nación y Patria. Mientras el Estado es la conformación jurídico-constitucional de territorio, pueblo y gobierno; la nación es una integración social más compleja basada principalmente en cultura, etnia, religión, lengua e historia de un pueblo; de allí que existan naciones divididas en dos Estados por motivos bélicos como las Coreas (norte y sur) y hasta el siglo pasado, Alemania (la federal y la democrática) entre otras.
Históricamente las diferencias nacionales al interior de un Estado han sido aprovechadas por sus enemigos, verbigracia, la malograda Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922-1991) cuya alianza de 15 heterogéneas naciones fue destruida por la acción coordinada de la corrupta élite de la Perestroika y el Tío Sam, propiciando así un nuevo escenario de pretendida hegemonía imperialista.
Examinando los regímenes constitucionales del mundo y el intento de establecer la felicidad social, vemos que cuando la nación adopta la forma de Estado Republicano es porque en teoría ha logrado su independencia frente a poderes extranjeros; sin embargo dentro de su propio pueblo la meta de la igualdad suele permanecer inconclusa.
Por ello en nombre del Chavismo, luchamos por la Patria, un régimen donde se ha impuesto la soberanía popular, pues la supremacía política y económica pertenece a la mayoría social y la infausta burguesía que gobierna en las democracias liberales ha sido derrocada definitivamente. En resumidas cuentas, sólo hay Patria cuando se instaura el auténtico protagonismo de la clase popular.
La Patria relanzada por el Chavismo, no es un concepto abstracto ni intangible, por el contrario es una obra basada en inclusión social, un Estado que garantiza el buen vivir de todos sus ciudadanos con independencia, soberanía, paz y convivencia sin sectores excluidos.
Ya fuera por el genocidio del colonialismo europeo, las oligarquías, el caudillismo, las dictaduras sumisas a EEUU o esos 40 años de falsa democracia pro imperialista , Venezuela nunca fue tan libre como lo es en la época actual.
El pueblo siempre ha tenido más necesidad de respeto que de pan, eso lo entendió muy bien el Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana Hugo Chávez, pues a lo largo de sus 14 años de gestión presidencial, produjo grandes reivindicaciones económicas y redistribución de la riqueza petrolera que estuvieron acompañadas por promoción de la cultura, la dignidad popular y la ideología liberadora.
Es inmensa la grandeza de ese gobernante que fue capaz de diseñar la ruta para seguir protegiendo a su pueblo aun más allá de su existencia como individuo en la tierra; de allí que ese 8 de diciembre de 2012 le pidió al pueblo votar por su discípulo Nicolás Maduro para salvaguardar la revolución.
A pesar de la trágica desaparición física del máximo líder, la dirección colectiva cívico militar, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el Gran Polo Patriótico, la integración latinoamericana y el pueblo organizado son pilares fundamentales para defender la continuidad del Socialismo Bolivariano o dicho de otro modo, la expresión concreta del Chavismo en Venezuela.
Si la actual dirigencia se mantiene unida y fiel al Chavismo, si ella no es traicionada o destruida desde dentro, entonces nunca más la burguesía debería obtener mayoría de votos del mismo pueblo al que ha injuriado y despreciado. El último siglo de Venezuela se divide en un antes y después de Hugo Chávez. Su solidaridad con los humildes, su antiimperialismo y anticapitalismo constituyen una herencia multiplicada en millones de conciencias que sobrevivirán en la Patria.
El Chavismo plantea la soberanía, es decir, el gobierno de la mayoría; y la independencia, lo que significa la libertad de la nación frente a potencias extranjeras. Es la continuación del ideal bolivariano en materia de integración de América Latina y el Caribe, al mismo tiempo que se alimenta del internacionalismo proletario del marxismo, ya que busca hacer alianzas con todos los pueblos emergentes (África, Asia, etc.) que buscan liberarse del imperialismo, el colonialismo y el neoliberalismo.
Todos es legado histórico para futuras generaciones, gracias a la osadía de Hugo Rafael Chávez Frías y su sistema de ideas, hoy denominado: Chavismo.
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