Jesús Silva R.
Que diputados
y otros dirigentes sigan abandonando la MUD y se integren al chavismo equivale
a arrancarle peones a la burguesía dentro del complejo ajedrez de la política.
Aunque el PSUV debe aplicar control y supervisión a sus nuevos aliados, siempre
será mejor reclutar antiguos enemigos, en vez de perder colaboradores que se
vayan al servicio de la contrarrevolución.
La estrategia
del crecimiento dentro de las revoluciones ha sido siempre un tema polémico
como cuando el brutal régimen zarista en Rusia fue derrocado por la hegemonía
del proletariado hace un siglo pero los bolcheviques se aislaron en el
sectarismo dogmático. El caso es que una vez que se ha tomado el poder, surge
el desafío de engrandecer una mayoría plural que garantice la gobernabilidad
del nuevo Estado Popular y la eficacia en las acciones que apuntan hacia el
socialismo.
Fortalecer la
Revolución implica derrotar la trampa de los que pretenden crear una muralla
que divida a Venezuela en dos mitades insalvables para de ese modo encabezar un
consolidado bloque de opositores que obstaculicen irracionalmente cualquier
iniciativa socialista del Gobierno Bolivariano o del Poder Popular.
La
minoritaria burguesía no volverá a obtener seis millones de votos si la
Revolución reimpulsa exhaustivamente sus programas de educación, trabajo,
cogestión y autogestión del Estado Comunal; y estos son enfocados como
permanente invitación a todos los venezolanos para que se conviertan en
protagonistas de la inclusión social que caracteriza al modelo bolivariano.
Tender
puentes y atraer sectores de la clase popular hasta hoy manipulados por la
propaganda burguesa, es el reto de nuestra Revolución democrática; sobre todo
cuando el libre juego electoral es fuente primigenia de la legitimidad política.
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