18 agosto, 2013

Fascismo Funcionarial para tumbar gobiernos


Jesús Silva R. 

Golpear desde adentro la estructura del Poder Público, apoyándose en un cargo burocrático como medio para desestabilizar el Estado de Derecho. Así se define la conducta del Fascismo Funcionarial. Lo practica quien se aleja de sus deberes con el pueblo y se vale de su autoridad como plataforma capaz de promover una oposición inconstitucional contra las instituciones estatales en perjuicio del interés social.

El funcionario del fascismo tiene como propósito: asaltar el poder para establecer la supremacía de su clase privilegiada. Para ello usa propaganda engañosa, lavado de cerebros con medios de comunicación y las elecciones, pero sí de las últimas no se desprende la victoria, entonces gana tiempo y sigue atacando por otras vías.

Para evadir el costo de sus derrotas, el fascismo difama a las instituciones del ordenamiento jurídico. Sueña con convertir a cada empleado público en un vil saboteador. Acusa sin pruebas y crea la matriz mediática de que los poderes constituidos son ilegítimos y cometen fraude contra la República Decente, o sea, contra la alta clase fascista y sus rehenes mentales.

El fascismo puro es una doctrina que legitima la violencia contra los derechos humanos por motivos políticos, religiosos, raciales, etc. Mientras que el fascismo funcionarial es un modo aparentemente pacífico de conspirar entre quienes ocupan cargos públicos, aunque pasar a la agresividad no está condicionado por la ética sino por la táctica de combate.


Si controla el poder político, el fascismo degenera rápidamente en Terrorismo de Estado. Pero mientras sea minoría opositora, intenta hacer lo dicho por la diputada burguesa María Corina Machado: “confrontaciones no dialogantes, no electoral (…) un proceso de atornillamiento y domesticación donde se genera un sistema de control social total”.

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