Por: Jesús Silva R.
Hay analistas confundidos que ignoran o desaplican los sabios preceptos de la dialéctica de Marx a través de emplazamientos, reclamos e injurias que pretenden hacerle creer al pueblo venezolano que la Revolución Bolivariana se ha extraviado de la senda del socialismo. No entienden estos hijos ideológicos de Gorbachov y la Perestroika soviética que así como Wladimir Ilich Lenin impulsó el partido bolchevique necesario para la Rusia de 1917, los venezolanos debemos organizar el instrumento político más adecuado a los tiempos y circunstancias de nuestro país.
En efecto, la correcta caracterización del socialismo del siglo XXI exige comprender la naturaleza heterogénea del sujeto histórico de la época presente, una entidad que debe definirse como la clase social del trabajo, ya no únicamente el proletariado de las viejas fábricas y minas, sino un amplio conglomerado social que vive de la venta de su fuerza humana de trabajo y por tal motivo conforma el estamento social de los explotados en el capitalismo global.
Dicha cosmovisión de la sociedad en transformación permanente implica también identificar a los aliados tácticos y a los estratégicos para avanzar en el camino de la revolución pacífica que experimenta América Latina desde que Venezuela eligió a Hugo Chávez como presidente. Es desde esta óptica que el tema de la propaganda adquiere primordial relevancia para el proceso político vigente, ya que por estar sustentado en el voto popular y no en la fuerza de las armas (como ocurrió en el siglo XX), requerirá siempre el respaldo de la gran mayoría ciudadana y por ende es sagrado promover siempre el prestigio y la reputación de la Revolución Bolivariana.
Sin embargo, los nihilistas del izquierdismo ortodoxo vociferan que la actual propaganda revolucionaria es populista y estimula el culto a la personalidad (mesianismo) como en los tiempos de AD y COPEI. Ante estas peligrosas especulaciones, urge revisar cuidadosamente lo siguiente:
Primero: Sobre el señalamiento del populismo, urge recordar que aquella Venezuela en manos de la burguesía tuvo gobiernos que sólo repartían latas de leche y dirigentes que se fotografiaban en los barrios populares pero jamás existió impulso al desarrollo social como hoy se está realizando a través de pequeñas y medianas unidades de producción comunitaria para que el pueblo conquiste su soberanía económica en el marco de plan nacional de mediano y largo plazo; a ello se agregan las diferentes entidades de la banca comunal y popular que fomentan el desarrollo de estos pequeños emprendedores al igual que las asociaciones de trabajo como cooperativas, frentes sociales, amas de casa, consejos de trabajadores, jóvenes, sindicatos, entre muchos otros.
Segundo: En cuanto a la acusación de presunto culto a la personalidad (mesianismo) es fundamental tener en cuenta que esta revolución popular desde su comienzo se ha visto forzada a defenderse en el terreno comunicacional frente a los brutales e incesantes ataques de la burguesía nacional y el imperialismo yanqui a través de sus sistemas de propaganda y psicoterror mediático. Ya en 2002 sobrevivimos a dos golpes de Estado donde los medios de comunicación jugaron un papel trascendental en aquellos acontecimientos.
Entonces, lejos de complacer a esa históricamente mezquina y prepotente izquierda del 2% que siempre se mantuvo dividida en peleas internas durante las décadas de democracia burguesa y que aun en el siglo XXI no deja de mirarse su propio ombligo en vez de conectarse con la realidad del país; lo acertado es valorar que en un escenario de salvaje guerra comunicacional como el que todavía predomina en Venezuela, difundir las virtudes de la Revolución Bolivariana es una obligación de la estrategia política.
Lo mismo acontece con el comandante Hugo Chávez, cuya personalidad encarna la unidad popular que mantiene vigoroso a este proceso de liberación nacional, él es la circunstancia histórica que simboliza los valores libertarios de la rebelión del 4 de febrero de 1992 y el socialismo bolivariano actual contra los poderes hegemónicos del ámbito nacional e internacional. Defender al principal líder unitario de la Revolución Bolivariana y hacer constar siempre su abnegación y compromiso social es un acto moralmente correcto y objetivamente necesario frente a la inescrupulosa campaña difamatoria que diariamente se ejecuta contra nuestro máximo dirigente desde Caracas, Washington, Miami y otros lugares del mundo.
No cabe duda que los imprudentes agentes del radicalismo deben comprender que quizás hay propaganda que no educa como marxista leninista a cada venezolano y seguramente es frecuente la difusión de contenidos superficiales en buena parte de la programación mediática del Gobierno Nacional, pero no es menos cierto que la tarea de formar políticamente al pueblo no es exclusiva de la red de medios públicos sino de todos que apoyan al socialismo bolivariano.
En conclusión, preferiremos siempre la propaganda revolucionaria actual (mejorable y perfectible) antes que renunciar a ella y entregarle nuestro cuello a los vampiros mediáticos de la tarifada derecha pitiyanqui para que destrocen la reputación de la Revolución Bolivariana y se reconquisten el poder sobre Venezuela.
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