26 julio, 2013

Burocratismo en Revolución es peor que Imperialismo


Jesús Silva R. 

Un amigo que cría ganado le puso por nombre “Alcaldía” a una de sus vacas. Dice él que porque es la única que no da leche. No quise profundizar en las razones que lo motivaron a asociar una cosa con la otra, pero en su cara observo decepción e impotencia, sospecho que es un voto menos. Otro más que se nos va porque elegimos una vaca de adorno que no da leche.

Es irónico cuando un dirigente chavista es más querido por adecos, copeyanos y justicieros, que por su propia gente. Algo debe estar haciendo mal para que el pueblo lo repudie y la oligarquía lo alabe. La paradoja es que con la tarjeta roja llegan a los cargos y con esta misma pretenden repetir.

Interpreto la voz atormentada de quienes no poseen medios para expresarse. Escribo esta nota en minutos donde me encuentro en la larga espera de ser atendido por un burócrata. En este viejo edificio con pintura totalmente escarapelada otros han llegado antes que yo y en sus rostros se percibe el trajinar agotador de la clase obrera que madruga. La cola es larga y sigo esperando. El burócrata aún no llega a su despacho.

No conozco al titular del despacho, pero suele suceder que quien aparezca mejor vestido es el jefe o la jefa. De pronto aparece quien se presume debe ser quien cuida o dirige esta “oficina socialista”. No menos de cinco personas vienen caminado detrás de la funcionaria, con lentes oscuros y tacones muy altos, ella dice buenos días y pasa de largo, ya es casi mediodía.

La gente se hace la señal de la cruz, sospecho que sus oraciones se encaminan al milagro de ser atendidos con prontitud. Lo que debería ser el derecho humano del ciudadano a ser atendido por la administración pública se transforma en un dramático evento religioso. La secretaria (visiblemente en edad jubilable) arrastra los pies, se aproxima al pasillo con una libreta, han pasado dos horas más y en un quejido de dolor obrero logra expeler: Jesús Silva, que pase Jesús Silva.

Paso a la oficina, ya he perdido noción del tiempo. He visto no menos de 10 personas ser “rebotados” en la puerta roja hacia otras dependencias públicas, no se sabe a ciencia cierta qué servicios concretos presta esta entidad que pretende competir con otra que manejan los sifrinos de las camisas amarillas. No creo que podamos desalojarlos electoralmente con este tipo de prácticas que hacen arreciar al pueblo.

Esos que mueven las maquinarias electorales se preguntan por qué no hay identidad de clase, por qué diablos un obrero vota por un camisa amarilla si “naturalmente” deberían votar por un camisa roja. La respuesta es evidente: En la praxis, la cuarta y la quinta son repúblicas que se confunden. Hubo y hay burócratas con aires de reyezuelos.

Ayer y hoy, la burocracia retarda los servicios públicos, hay ineficacia, ineficiencia y trato discriminatorio. El pueblo ha avanzado, pero el burocratismo es un submundo de asalariados presuntuosos que usufructúan privilegios retardatarios. Manzanas sanas son afectadas por las podridas. Y si te quejas de por qué no ha llegado la directora o el director cualquiera te menta la madre.

Frente a mí veo la puerta del despacho, me dicen que la funcionaria acaba de salir de emergencia a reunión, porque fue llamada por la jefatura máxima. El resultado de mi larga espera es totalmente incierto y tal vez no sea el mejor. Hoy suspendí dar clase en la universidad por atender este compromiso. 

Es probable que los radicales que pintan paredes, queman carros, aparecen en televisión semanalmente, pero nunca suman 20 votos chavistas en elecciones de centros de estudiantes, digan que me estoy sumando al paro, que soy un chavista light. Así de reducido ven el mundo esos camaraditas.

Mientras, voy finalizando esta nota. Evito llamar al jefe de esta jefa, por no molestar a amigos y aliados. Difícilmente será reelecto. Improbablemente continuará en el cargo. Que triste, así seguiremos perdiendo votos. Seguiremos perdiendo pueblo. Todo es el vivo retrato de la grandiosa película cubana “La muerte de un burócrata”.

Así los yanquis no necesitan bombardearnos ni inocular más el cáncer. La burocracia destruirá la revolución si nosotros no actuamos para destruirla a ella antes del holocausto socialista. Sé que la burócrata que hoy me dejó plantado nunca lee la página donde publico mis notas ni tampoco le interesan.

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