03 febrero, 2013

Vigésimo primer aniversario del 4 de febrero


Por: Jesús Silva R.
Muchas han sido las manifestaciones de rebeldía contra dictaduras y falsas democracias, pero pocas son las insurrecciones que han conquistado la conciencia de los pueblos hasta convertirse en históricas vanguardias. Algo semejante sucedió cuando un grupo de militares insumisos (encabezados por un joven y hasta entonces desconocido teniente coronel Hugo Chávez) lograron la proeza de despertar en el pueblo venezolano la esperanza de un cambio popular.
Lo que al principio pareció ser el frustrado alzamiento militar contra un desgastado presidente apátrida, rápidamente se transformó en la ruptura del pueblo frente al corrupto y represivo bipartidismo burgués. Entonces, consumada la deslegitimación del viejo sistema, nunca más las organizaciones del Pacto de Punto Fijo (AD y Copei) pudieron monopolizar las ilusiones de las masas ni la estafa electoral de cada cinco años fue aplaudida, ya que un nuevo liderazgo nacional había emergido.
Tras asumir su responsabilidad ante una clase política que siempre se ha lavado las manos, Chávez fue encarcelado por la misma legalidad burguesa que en 1989 había exculpado a los que ordenaron acribillar a miles de compatriotas indignados por las medidas económicas del Fondo Monetario Internacional. Aunque más tarde la aristocracia buscó su reacomodo mediante la promoción de un veterano dirigente y sus nuevos aliados (chiripero) nada pudo detener el contundente triunfo patriótico de 1998.
Sin duda que el mundo valora especialmente que en la época donde se planteaba el fin de las ideologías, haya surgido un nuevo proceso de liberación nacional. Por ello la Revolución Bolivariana, hija indiscutible de aquella madrugada de 1992, constituye para América Latina un extraordinario ejemplo en la construcción del Socialismo del siglo XXI.