20 abril, 2012

Cuando la política no genere enemigos



Por: Jesús Silva R.

Para bien o para mal, es terriblemente complejo establecer una zona no confrontativa para el diálogo ciudadano, sobre todo cuando se aproximan eventos electorales, tal como sucede en Venezuela. Sin embargo, más allá de ese evento coyuntural, el Estado como paradigma universal en sí mismo ha sido confeccionado para jugarse el todo o nada, a favor o en contra, de un liderazgo político. Es entonces cuando el juego electoral deja de ser tal y adquiere características de guerra radical entre polos.

Construir una política sin agresividad y ánimos de triturar al adversario parece una aspiración quimérica que termina consumiendo a idealistas, impacientes y románticos en su necedad peregrina. No se trata de la confrontación entre el capital y el trabajo, una lucha que persiste hasta nuestros días, sino de un fetichismo por grupos y candidaturas que sustraen a los pueblos de la real posibilidad de resolver su destino al margen de rencillas, convulsiones sociales y traumas históricos.

Eso que llaman la agitación electoral promovida por los polos a través de tácticas de toda naturaleza, genera un ambiente de crispación que hace mella en el sosiego de los ciudadanos. Sólo cuando llegue ese futuro ideal que la filosofía social describe como la sociedad sin clases o la sociedad del hombre y la mujer nueva, tal vez la especie humana se haya elevado intelectual y culturalmente suficientemente para implementar una forma de organización comunitaria que no dependa de cíclicas guerras electorales ni vencedores, ni vencidos.

La humanidad deberá desarrollar una sociedad que se base en el consenso entre sus miembros y ya no en la conquista de la mitad más uno, que siempre deja inconformidades y reconcomios en los minoritarios y también entre quienes ganan. Pero mientras acumulamos fuerzas hacia ese estadio ideal, quienes propongamos el sueño de un diálogo humanista entre todos sin exclusión, acusación, ni distingo de credo, raza, religión o política, enfrentamos el riesgo inminente que supone la vida en la industrialización, el mercado y la venta diaria que el obrero hace de su fuerza de trabajo frente a empresarios y burócratas, pues vivimos en un mundo de parcialidades donde la libertad plena es un mero abstraccionismo.

“O estas conmigo o estas contra mi” fue la infausta frase de un poderoso villano del norte que como buen discípulo de Hitler quiso dividir el mundo en dos bandos irreconciliables, entonces pertinente es subrayar que su legado de misantropía nunca debería ser copiado por ningún pueblo del mundo, mucho menos por quienes históricamente han sido los principales afectados de las acciones invasoras y brutales de los actuales gendarmes del globo terráqueo.

Poetas, inventores y soñadores, antes que animales políticos, nos declaramos quienes con el afán de sentirnos libremente vivos, defendemos la libertad de expresión del adversario y la propia, aun cuando no se compartan ideas. Quijotes y majaderos quienes abogamos por causas e instituciones como la paz y la convivencia que todavía no terminan de afianzarse. Al final, del avenimiento y la cohabitación depende la supervivencia de los moradores del planeta.