29 mayo, 2009

SI LE DIERAN A FIDEL EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ


Por: Jesús Silva R.

Tanto en el denominado primer mundo de los países ricos como en el tercer mundo de los países pobres, existe una clase trabajadora que sin distingo de fronteras ni nacionalidades que es igualmente explotada y marginada por las burguesías de cada región y para liberarse tiene la obligación histórica de unificar sus luchas asumiendo su identidad de clase revolucionaria a escala nacional y mundial. Por su lado, la clase empresarial es la misma explotadora en todo el globo, desde sus máximos exponentes en los grandes Estados capitalistas hasta en las repúblicas más empobrecidas, donde sea que ella se encuentre, siempre su actuación es depredadora, totalitaria, inhumana y embustera, intentando perpetuar su dominación e imponer su sistema de antivalores sobre el resto de la humanidad.

La llamada moral del primer mundo, cuya representación la ejercen arbitrariamente los monopolios gringos y las potencias europeas, se empeña en silenciar la voz de sus propios pueblos y callar a latinoamericanos, asiáticos y africanos. Es así como los fantasmas del terrorismo, narcotráfico, guerrillas, crímenes de lesa humanidad, violación de derechos humanos, dictaduras, armas de destrucción masiva y demás calumnias les son siempre atribuidos a los países pobres que sostienen valientemente una política de soberanía e independencia frente al imperialismo. La historia ha dejado constancia de que los marginados de la tierra que se atreven a procurar su libertad, siempre son difamados y criminalizados ante la opinión pública por los chacales del capitalismo con el ánimo de aislarlos internacionalmente y generar escenarios propicios para agredirlos, someterlos y saquearlos.

En ese primer mundo que se autoproclama como modelo de sociedad ejemplar, se legaliza la tortura y se fabrican leyes xenofóbicas para perseguir a los inmigrantes que les ofrendan su mano de obra barata. Allá el bienestar social es sacrificado para proteger los intereses de élites empresariales y financieras, pues miles de familias pierden sus empleos y viviendas por culpa de banqueros estafadores y gobernantes que se lavan las manos. Los servicios públicos elementales son privatizados, la libertad sindical es vulnerada y la seguridad social es restringida. El mercado se constituye en un poder hegemónico y la relevancia del ser humano se desvanece.

Sin embargo, las grandes mayorías sociales no pueden permanecer sumisas ante la falsedad de las instituciones que en la actualidad se encuentran bajo el control del Estado yanqui y sus gobiernos secuaces, ya que resulta cada vez más evidente la generalizada descomposición de este sistema. Nunca este derecho internacional impedirá ni castigará efectivamente los ataques genocidas de EEUU e Israel contra pueblos indefensos, ni jamás veremos a un presidente estadounidense ser enjuiciado por un tribunal internacional, a pesar de tantos delitos bestiales preparados desde Washington, ellos seguirán fabricando falsos héroes y asesinando inocentes en nombre de la democracia y la libertad hasta que los pueblos se rebelen. Definitivamente el primer mundo sería otro si reconociera que por su medio siglo de acciones humanitarias con médicos y maestros cubanos alrededor del planeta, debe entregarle a Fidel Castro su merecido Premio Nobel de la Paz.

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