Jesús Silva R.
Como vigente candidato a rector de la UCV, pienso que la educación debe ser entendida como el proceso que permite al individuo comprender el mundo que lo rodea y elevar sus capacidades para transformarlo positivamente. En tiempos de crisis nacional este proceso debe ser acelerado para superar las dificultades en el más corto tiempo posible y con el mayor rendimiento de las facultades humanas. Dicho de otro modo, el estudiante está obligado a trabajar para auto sostenerse incluso antes de obtener una licenciatura. El Estado, sector privado y la universidad deben apoyarlo para tener trabajo y remuneración en paralelo a su aprendizaje.
A diferencia de generaciones pasadas, cuando el estudiante era mantenido por sus padres hasta más allá de los 18 años, el modesto poder de compra del salario exige que este joven miembro de la familia haga su aporte económico al hogar. La universidad debe ser dirigida por gerentes innovadores que comprendan este reto, si ha sido tradicional graduarse en cinco años, podemos abreviar las carreras a cuatro o tres años sin sacrificar la calidad de la formación.
En el caso de los profesores, pudiéramos determinar el tiempo de su desarrollo profesional tomado como ejemplo que una carrera hoy toma cinco años de estudios, luego una especialidad por dos años, una maestría por igual tiempo y finalmente dos años para el doctorado, esto totaliza once años. Bien pudiera reducirse este devenir a la mitad, es decir, menos de seis años. Igualmente, el inicio de un profesor contratado hasta la conquista del máximo grado de titularidad como profesor fijo tampoco debería superar los seis años. La universidad de la nueva época puede y debe hacer realidad lo aquí planteado y a la vez mantener docentes excelentes con concursos de oposición cada seis meses y jurado evaluador sin sesgo partidista.
Estudiantes y profesores deben ser valorados como héroes en el país de hoy pues pocos viven de su oficio, el estudiante tiene la expectativa de hacerse productivo y el profesor no produce mucho dividendo con su hacer. De modo que estos sujetos actúan por amor al arte y siendo esto así no se les debe retrasar su ascenso si pasa examen respectivo sino más bien brindarles oportunidades para tales fines, sin dogmas academicistas de que ir más rápido significa perder calidad. Al contrario, la universidad debe descubrir nuevas formas que le permitan aprovechar mejor el tiempo de aprendizaje.
Asimismo, interconectar la universidad con agencias de empleo sería un paso importante para la productividad. Siendo esto así, el estudiante tendrá a donde ir laboralmente cuando egrese del pregrado y el profesor pudiera obtener un “part time job” o empleo de medio tiempo para complementar su salario. Esto debe ser promovido mediante políticas universitarias sencillas y eficaces.
Todo lo aquí planteado son acciones para maximizar el talento humano a través de un modelo universitario proactivo, dinámico, propositivo, democrático, inclusivo y optimista. Así entendemos la universidad, como un medio para elevarse como persona y dar lo mejor de uno tanto para bien personal como colectivo. La universidad debe aumentar la cantidad de egresados cada año para que aporten al progreso del país. Asimismo, la calidad debe llegar a expresiones mayores de cantidad, es decir, de poco sirve que la academia tenga sólo un uno por ciento de genios en un claustro (antipático nombre) y el resto sea deficientes. Esta es una de nuestras principales propuestas universitarias: maximizar el talento humano.