Jesús Silva R.
Fueron meses de abuso emocional contra millones de personas que amábamos a un líder. Demonios que festejan la muerte de sus enemigos ya preparaban el festejo. Entre 2011 y 2013, un individuo con título de médico se convirtió en vedette de la televisión internacional. Lo logró a través de una conducta baja y miserable, diagnosticando por adelantado la enfermedad y muerte del inolvidable Presidente Hugo Chávez.
Su nombre era José Rafael Marquina, el indigno profesional de la medicina que disfrutaba especular sobre la evolución del paciente gravemente enfermos, durante esos meses se convirtió en una de las estrellas de la tv basura miamera y más allá. Era el invitado preferido de periodistas y medios de comunicación que odiaban a Chávez y anhelaban verlo muerto. Esos medios disfrutaban con las opiniones de Marquina, le ponían gráficos, dibujos, teñidos de rojo sangre para que el sádico explicara en detalle como el cáncer destruye a los seres humanos. En este caso, a nuestro héroe, nuestro amado Hugo Chávez.
El pueblo venezolano y todo aquel que amó al gigante eterno, el pueblo perdona pero no olvida. Usar el cáncer como arma para la guerra política es ruin. Es falso que el cáncer sea un castigo de Dios contra las personas malas. Si así fuere, no existirían inocentes niños con cáncer. La tortura aplicada al pueblo chavista por parte del fascismo nunca fue más salvaje que durante la enfermedad y muerte de Chávez.
Meses antes de morir Chávez, la derecha decía que renuncie y vaya a morirse en Cuba, que aparezca a la toma de posesión o sino que muestren su acta de defunción, no murió en marzo 2013 sino en diciembre 2012. Dijeron mil aberraciones, el fascismo hizo más daño al pueblo que en 2002 con sendos golpes de Estado y paro petrolero.
A Chávez lo mataron antes de muerto. Mucho antes del 5 de marzo de 2013, el fascismo internacional había sentenciado a muerte al presidente venezolano. Nunca le respetaron ese porcentaje (así fuera el 1%) de probabilidad que merece todo enfermo de salvarse, eso que llaman esperanza de vida.
Cuando muere un hombre bueno, el cielo llora. Todavía el cielo llora con la trágica muerte de Chávez. Para unos el exceso de trabajo generó su enfermedad. Para otros el despiadado cáncer le fue inoculado. Para mí, creo que ambas hipótesis se combinaron. La muerte no se puede celebrar. No es una buena noticia en ningún caso.
Lamentable es cuando mueren los malos, no vivieron para ver la Venezuela triunfante y socialista que un día estará consolidada. Hace pocas horas se informó sobre la muerte por causas no conocidas de José Rafael Marquina, el hombre que mató a Hugo Chávez mucho antes del 5 de marzo de 2013, fecha oficial de la siembra del Comandante Eterno.
Todavía la Revolución Bolivariana sigue viva, en ella Chávez Vive.
Moriremos y Venceremos.