Jesús Silva R.
Para establecer la importancia, el poder o la jerarquía
administrativa de un funcionario público, muchas personas toman como referencia
si posee escoltas, anillo de seguridad y carro blindado. Tal vez lo más adecuado sería clasificar al
servidor público por la importancia de las labores que presta, su sacrificio,
sus riesgos, su aporte y el impacto positivo que estos tienen en la sociedad.
Para finales del año 2004, un abogado llamado Danilo
Anderson ocupaba un discreto cargo (Fiscal del Ministerio Público), pero su
cara, después de la del Presidente Hugo Chávez, era la más conocida en toda
Venezuela. Fueron las inmensas
responsabilidades que se le encomendaron (imputar penalmente a peligrosos banqueros
y golpistas), las que junto con la fama, le dieron algo mucho más importante
para un revolucionario: Respeto y reconocimiento del pueblo.
Lo absurdo del caso Danilo Anderson es que se acumularan en
un mismo fiscal, la gran mayoría de los casos penales más importantes de la República.
Tristemente para entonces la jefatura de turno no ordenó que se distribuyeran
equitativamente los expedientes en diversidad de fiscales. Tal vez los adecos,
copeyanos y sus derivados que reinaban en la alta jerarquía, deseaban la inminente
tragedia de Anderson.
No es casualidad que yo tuviera que presenciar que cuando
Danilo se montaba en el ascensor de la sede principal, muchos burócratas no lo
saludaban y se bajaban del ascensor. Seguramente varios de esos fascistas contrarrevolucionarios
permanecen al frente de esa nomenclatura burguesa, como ocurre hasta hoy con la
estratégica Dirección de Revisión y Doctrina de la Fiscalía General de la
República, vale decir, el cerebro de la dogmatica penal en manos de la derecha
más rancia y atrasada por más de diez años. Es tiempo de romper con el preconstitucional
Derecho Burgués y asumir el desafío de un nuevo Derecho Revolucionario: http://goo.gl/JQHBnz
En resumidas cuentas, rindo este testimonio por haber
conocido al personaje de esta historia y ser ex funcionario de dicha
institución. Felizmente renuncié bajo la convicción de que podía ser más útil a
la patria desde cualquier otra trinchera y me harté de tantas guarimbas, acoso
laboral y persecuciones políticas internas por el delito de ser chavista.
Pero retomando el caso de Danilo, es dramático que el haya
sido solitariamente el fiscal que promovía la investigación por casos como los
créditos indexados y sin embargo no gozara de la debida protección de sus
superiores jerárquicos. Cualquiera de sus imputados de la banca o el golpismo, así
como los socios de estos, pudieron estar detrás del poderoso artefacto
explosivo (C4) colocado bajo la camioneta de Anderson, el cual cobardemente le
arrancó la vida al joven abogado.
A Eduardo Samán le conozco personalmente también, siempre
con pistola calzada en la cintura, hemos conversado en su oficina y hecho
recorrido juntos por los pisos y ascensores de INDEPABIS. Aunque debido a mis
otras tareas revolucionarias, decidí no aceptar la oferta de empleo que me hizo
en su primera gestión, le respeto mucho y sé que tiene enemigos en el
capitalismo y en el comercio especulador que podrían intentar eliminarlo.
Eduardo no es un comunista paranoico, él sabe que tiene
enemigos burgueses que son reales y este atentado en su contra ocurrido en la
madrugada del 3 de octubre de 2013 (donde uno de sus atacantes portaba una
granada fragmentaria) es clara evidencia de ello. Sería imperdonable permitir
que tan valioso camarada que trabaja por la Seguridad Alimentaria de Venezuela fuera
víctima del sicariato por la omisión inexcusable de quienes están llamados a
reforzar su sistema de protección. Aunque el fascismo juega con la muerte y la
amenaza sigue latente, hay falsos revolucionarios influyentes a quienes no les
importa que se repita un caso grotesco como el del malogrado Danilo Anderson.