Por: Jesús Silva R.
Chávez la llama María Leona. Cuando el pasado mes de mayo, el camarada presidente anunció los candidatos del voto lista a la Asamblea Nacional, un nombre me causó especial satisfacción: María León. Me alegré por mi natal estado Aragua, pues contaría con una dirigente histórica del socialismo feminista, cuya larga trayectoria revolucionaría sin duda le daría mayor vigor a la campaña electoral.
En efecto, conocí a María León en las filas del Partido Comunista de Venezuela, años antes de que Chávez fuera presidente. Ya en aquel tiempo María tenía un prestigio consagrado por sus décadas en la lucha social, admirada por su valentía como participante en la guerrilla venezolana de los años sesenta, respetada como cuadro político del movimiento clasista obrero y sindical, y apreciada como pionera en la lucha por los derechos de la mujer, durante una etapa donde la teoría de la igualdad de genero aun no estaba muy clara en la cognición de los socialistas venezolanos.
Recuerdo que tuve conciencia sobre la dimensión política de María León, en la etapa de mayor desconsuelo mundial para los socialistas a escala mundial, cientos de hombres y mujeres formados en la lucha popular abandonaban sus ideas luego de la dramática caída de la Unión Soviética en 1991. Sólo visionarios como ella, Pedro Ortega Díaz y otros pocos, mantuvieron firmeza ideológica y su puesto de batalla. Creo personalmente que ante la destrucción de ese gran Estado europeo, que no tuvo una clase revolucionaria empoderada que defendiera el socialismo, María León es la venezolana que más aprendió de esa experiencia y de allí proviene su vocación de madre protectora de la joven Revolución Bolivariana.
Antes de Chávez, pertenecer a la izquierda revolucionaria implicaba inconfesables sacrificios. Tanto en lucha armada, como en la “paz democrática”, ser contrario al régimen puntofijista significaba enfrentar la peor exclusión social, era no poder acceder al empleo en condiciones estables, probabilidad de ser despedido; discriminación en la vida estudiantil, comunitaria y gremial por no estar en AD ni Copei; división de las familias por razones políticas; padres alejados del hogar en cumplimiento de tareas revolucionarias; estas y otras situaciones las experimentamos todos quienes crecimos en familias comunistas.
María no es una excepción de las adversidades, sino una de las más dignas sobrevivientes, es una madre y abuela que ha convertido sus experiencias en triunfos, la mujer a quien vi derrotar la enfermedad del cáncer con una voluntad sobrehumana. Es la trabajadora humilde a quien Chávez nombró ministra y presidenta del Instituto Nacional de la Mujer por 11 años; la autodidacta que creció como ideóloga del socialismo al rigor de medio siglo de lucha. Hoy puedo dar testimonio de su transparencia, su moral revolucionaria y alta capacidad de trabajo, porque he tenido la fortuna de acompañarla. Su pasión por la igualdad de género inspiró mi estudio exhaustivo en el feminismo y mis modestos aportes en la materia, todo gracias al ejemplo de la Leona.
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