Ha sido firme y reiterado nuestro alerta respecto al tema de la revolución pacífica y que su desarrollo resulta más complejo que cualquier proceso violento de transformación. Seguramente la tarea de derribar un régimen de explotación social sin someter a sus realizadores mediante el uso de la fuerza, le exige a los revolucionarios un trabajo político más sabio y atinado que el requerido para gestar un movimiento armado o una guerra civil. En efecto, cuando la vanguardia revolucionaria depende de los procesos electorales como instrumento principal para obtener su poder político, corre el riesgo de abandonar otros frentes de lucha esenciales para avanzar en sus propósitos.
Es innegable que las victorias electorales son un requisito obligatorio para la legitimación del gobierno revolucionario, tanto en el orden político interno como ante la comunidad internacional; pero esos triunfos tendrían un mayor valor cualitativo si se produjeran en un escenario donde la defensa del frente ideológico y el frente del trabajo social fuese ejecutada con mayor vinculación orgánica entre la dirigencia y las masas. Habría un mayor aprovechamiento del esfuerzo desplegado en las elecciones, si una vez culminadas éstas, el partido revolucionario desarrollara lazos permanentes con las comunidades, áreas de trabajo, barriadas populares y zonas de capa media; ya no solamente para buscar el voto electoral, sino para convivir con ellas, abordar sus problemas primarios y generar soluciones efectivas.
Sin esa acción política organizada y permanente que trasciende a las coyunturas electorales, sin una economía planificada a mediano y largo plazo para industrializar el país prescindiendo de la burguesía golpista y sin la promoción sostenida de la propiedad social de los trabajadores, será difícil preservar el apoyo de la mayoría popular; e imposible será generar las bases materiales y sociales suficientes que realmente introduzcan en la conciencia de las grandes masas la idea sobre una nueva forma de vida (socialista) superior a la tradicional. Estimamos que solo mediante la profundización de medidas revolucionarias, acumularemos la fuerza social necesaria para sepultar la cultura, ilusiones, antivalores y falsas leyes que han carcomido a nuestra sociedad durante siglos de capitalismo.
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