Por: Jesús Silva R.
El venidero 15 de febrero los venezolanos tenemos una oportunidad histórica, aprobar la enmienda constitucional significa conquistar el derecho popular de proponer a cualquier candidato para que ocupe cargos electivos y eliminar las prohibiciones engañosas que nos impiden expresar libremente nuestra voluntad democrática. Con la enmienda aprobada, impulsaremos que nuestros mejores gobernantes concursen en elecciones contra otros candidatos para ejercer nuevos mandatos en una ampliada libertad de opciones donde sea la mayoría quien determine al vencedor.
A todas luces, negarle al pueblo su derecho a postular cuantas veces lo desee a un mismo candidato para que compita frente a otros contendores en el certamen electoral jamás podrá interpretarse como un signo de alternabilidad, sino como una evidente restricción antidemocrática; y en el caso de nuestro principal aspirante Hugo Chávez, se trata de una maniobra leguleya de la minoría aristocrática para evitar que nuevamente la abrumadora mayoría popular lance al ruedo a nuestro candidato imbatible.
No hace falta ser un experto en Derecho para entender el principio de la suprema soberanía popular: Que el poder de decisión dentro de una sociedad democrática se encuentra en la totalidad de sus ciudadanos y que éste es ejercido por la mayoría, siendo la consulta electoral la garantía legítima para hacer valer este poder. Es precisamente la soberanía popular la fuerza que durante estos diez años de revolución ha transformado al Estado, creado la Constitución Bolivariana y generado nuevas leyes; de modo que si el pueblo ejerciendo su poder ha producido estos instrumentos, es indiscutible que tiene toda la autoridad para transformarlos o enmendarlos como mejor convenga a su interés, porque tal como reza la máxima jurídica: "quien puede hacer lo más, también puede hacer lo menos".
Urge pues caracterizar correctamente el escenario actual: la enmienda, más que un problema jurídico, es un asunto político. El pasado reciente revela que por casi medio siglo la burguesía local, sirviente del Imperio Yanqui, utilizó los instrumentos de una falsa democracia e impuso un modelo bipartidista donde uno y otro cogollo se turnaban para un mismo fin: explotar al pueblo y desvalijar la riqueza nacional. Hoy día el pueblo junto a Chávez ha retomado el poder y ha roto las viejas cadenas, por eso levantamos con orgullo las banderas de la independencia y la igualdad social. Esta vez usaremos sabiamente y sin vacilación la enmienda como instrumento para defender las extraordinarias conquistas sociales de nuestra revolución popular. ¡Venceremos!
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